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40 años de la revista ‘Diálogo filosófico’: “Hemos querido abrir ventanas para que nuestro diálogo alcance hasta donde llegue nuestra mirada”



“¿Quién no ha escuchado argumentos despectivos sobre la inutilidad de la filosofía?”, interrogaba el cardenal Aquilino Bocos, con unas palabras de saludo institucional enviadas a la sesión de apertura del XII Congreso de la publicación ‘Diálogo Filosófico’. “Y, sin embargo, la filosofía es el exponente vivo en el que se acredita la dignidad de la persona humana”, continuaba respondiéndose el religioso claretiano a renglón seguido, en el discurso que fue leído por el P. Antonio Sánchez Orantos, director de estas jornadas, en el Aula Magna de la Universidad Pontificia de Salamanca, donde con ocasión de los cuarenta años de vida de nuestra publicación se han organizado tres días de reflexión y debate que bajo el título ‘Horizontes de lo humano: crisis y esperanzas’ se atreverán a preguntar por los desafíos antropológicos que se perfilan en el presente.
“Vivimos en un clima de crispación social, de crisis, como dice la décimo segunda edición de este congreso”, añadía en un momento posterior la Dra. Doña Ana María Andaluz Romanillos, decana de la Facultad de Filosofía en la Universidad que colabora con la revista y acoge este encuentro. “Caminamos hacia una simplificación tal, -abundaba la profesora- que pareciera que vamos a ser reducidos a un conjunto de datos, y por ellos la propuesta de la revista tiene aquí todo el sentido; se trata de aportar diálogo, entendiendo éste como un posible horizonte necesario”. “El diálogo implica ponerse en el lugar del otro, saber escucharle y además tener la intención de llegar a acuerdos. Y esto es especialmente importante si tenemos en cuenta que este mundo parece estar acostumbrándose a arreglar los conflictos mediante soluciones bélicas”, añadía la Andaluz Romanillos.
En la sesión de apertura también se encontraba el P. Ildefonso Murillo, antiguo y verdadero maestro de la misma Universidad Pontificia de Salamanca, gozoso por este 40º aniversario de la revista que a mediados de la década de los 80 él mismo fundó, ilusionado y comprometido como ahora con la tarea de suscitar asombro y ofrecer luz sobre nuestras raíces y nuestro destino en este momento histórico. El P. Murillo subrayaba cómo estuvo presente, ya desde el inicio, “un espíritu católico de apertura a lo universal e integración armónica de lo múltiple y diverso”. “Y aunque no hemos llegado al final del camino, pues la filosofía es tarea utópica, -continuaba el religioso claretiano- hemos querido abrir ventanas a la utopía para que nuestro diálogo alcance hasta donde llegue nuestra mirada”, concluyó refiriéndose a las páginas de esta revista, y también a otras jornadas y foros filosóficos que ha puesto en marcha, promoviendo el diálogo entre diferentes corrientes y subrayando un exponente de respeto y de escucha, de comprensión y de propuesta hacia la coherencia que exige la verdad.
"Es preciso recuperar para lo humano la condición corporal y la singularidad, la individualidad”, exhortó el obispo de Salamanca, Gran Canciller de la UPSA, Mons. José Luis Retana. El prelado, en su breve intervención recordó que “cuando queremos expresarnos profundamente recurrimos al cuerpo con expresiones tales como el llanto, el abrazo, la caricia. Y es que la corporalidad tiene la expresión propia de cada individuo”. Así, frente a la Inteligencia Artificial, tema tratado también en este congreso, “sus aplicaciones prácticas y éticas nos ofrecen un horizonte que se amplía y que hoy no conocemos del todo por no estar suficientemente considerados”.
Mons. Luis Argüello: “El cambio de época remueve la comprensión del ser”
Tras expresar su satisfacción “por ser partícipe de este encuentro” que, siguiendo la pauta general de la Iglesia, “nos propone hoy realizar un ejercicio de discernimiento sobre el mundo en que vivimos”, el presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid, Mons. Luis Javier Argüello, pasó a impartir la primera ponencia del congreso, que llevaba por título ‘La reducción de sujeto personal a individuo de la especie (Donum, Factum, Datum)’. “Yo soy pastor con pasión de evangelizar”, advertía desde el inicio el prelado. “Y ahora hemos salido de la llamada época de cristiandad, y en esta salida encontramos múltiples desafíos, porque la fe está llamada a hacerse cultura, a encarnarse y vivir un coloquio básico”, proseguía. “El coloquio entre la libertad y la gracia, razón y fe, Iglesia-Pueblo de Dios y la sociedad donde se halle”. Y también, “coloquio entre historia y vida eterna, entre historia y plenitud del tiempo. Aquí están mis inquietudes”, presentó antes de compartir sus reflexiones.
Cambio de época
“Los obispos hicimos una aproximación al cambio de época cuando vimos que removía la comprensión del ser”, advirtió el prelado recordando las palabras de Benedicto XVI. “Y hoy hay revolución antropológica”, sentenció poniéndole nombre: “la reducción de la persona a individuo, reducción del hombre y la mujer a ser un soporte de los datos”. Así, para Argüello, “somos datos en unas sociedades marcadas por la tecnología. Números en un algoritmo que no deja lugar para la poesía, y mucho menos para la plegaria”, aludió refiriéndose al ‘datum’ que anunciaba en el título de su charla. Un segundo pilar a los ojos del arzobispo de Valladolid es “la comprensión del amar, que también está removida”. Es decir, “el cómo comprendemos las relaciones familiares, matrimoniales, de amistad…”. “La relación varón-mujer habla de reciprocidad, y de ahí se infiere la fecundidad”. Sin embargo, “la relación entre sexo y transmisión de la vida está removido y han comenzado a sonar timbres de alarma”, lamentó refiriéndose al envejecimiento poblacional y al invierno demográfico, y también a la relación con la naturaleza, “que se nos regaló del mismo modo”. En tercer lugar, Mons. Argüello expuso otro pilar sobre el que ha de descansar lo humano, “el pilar del sentido, de nuestro puesto en la historia, que también se halla removido”.
Donum, factum, datum
“He querido jugar con las tres palabras”, concluía. Porque el don, la vida que se nos da, vive “expuesta al desafío de una herida, la que acontece cuando se da el divorcio entre la libertad y el amor”. Y cuyas consecuencias son “el robo, el homicidio y la apropiación de la naturaleza como campo de guerra”. Por ello, “nuestras sociedades se revelan” y aparece el ‘factum’ en contraposición al don, que en su proceso de hacer y construir “ha puesto al hombre a los pies de un progreso que se apropia de la naturaleza y quita de en medio la gracia”. Finalmente, en la agenda actual, el progreso “acaba homogenizándonos, nos hace perder la autonomía”, y aunque se disfraza de respeto al individuo, “nos devuelve formas de conformismo inéditas, situándonos en un lugar desde donde somos fácilmente manipulables”. Finalmente, “hemos de preguntarnos sobre lo humano en el abismo entre naturaleza y gracia, para hacer resonar claramente la palabra alianza. Alianza social para la esperanza. Queremos poner en diálogo el don y el hacer, para hablar de la vocación tal y como la entendemos los cristianos”.
Josep Maria Esquirol: “El ser humano está conmovido por lo infinito y espera lo infinito”
Seguidamente llegó el turno de Josep Maria Esquirol, que comenzó su conferencia intentando aproximarse a un pensamiento sobre la situación humana contemporánea. Así, el filósofo catalán, asido de Nietzsche y de Hanna Arendt, definía al ser humano como “un animal al que le es lícito hacer promesas”, por un lado, y consecuentemente, “el único que puede pedir perdón”. Ambas resultan “fuerzas increíbles” que tienen la capacidad de enfrentarse a la irreversibilidad del pasado y a la incertidumbre del mañana. “No las supera, las enfrenta”.
Pero “¿qué le pasa al hombre que promete o al que perdona?”, formulaba. “¿Por qué una madre es promesa para la hija? ¿No será que con su presencia expresa que yo estaré siempre contigo? ¿Pero por qué? ¿Qué le pasa a la madre?”, interrogaba buscando la hondura. “Pues que la madre está profundamente afectada y conmovida por la hija”. De hecho, “la promesa que es la madre es en sí la respuesta para la hija”, sentenció poéticamente, llegando al título de su alocución, -‘Ser conmovidos’-, que fue transmitida telemáticamente por la imposibilidad física de estar en el XII Congreso. “Al ser humano le pasan cosas que le traspasan”.
“Somos honduras abiertas”, continuaba, “que empiezan en la piel y acaban en el corazón”. “Piel y corazón son símbolos de la vulnerabilidad. Su camino es nuestra fibra sensible”, expresaba. “Aquello que nos pasa, nos traspasa y resuena en nosotros”.
“Para nosotros vivir es sentirnos viviendo”. “Lógicamente esta definición no tiene sentido, pero esta voz reflexiva, este encontrarse viviendo, es hondura abierta que es ajena a nuestra voluntad”, matizó haciendo un guiño a Mons. Argüello cuando mentó al ‘donum’.
“La hondura es tanta que lo que nos afecta es lo infinito, como infinita es la vida misma”. Y es que esta vida que nos afecta “se nos escapa”. “Vida, muerte tú y mundo” son cuatro infinitudes que provocan que “la vida se nos vuelve indecible en un solo fundamento -necesita cuatro-, y ninguno está por encima del otro”. Desde aquí podemos entender que “la acción humana es una manera de responder”. O sea, “nuestra acción es una respuesta. Nuestra libertad humana es una respuesta. Y esa libertad humana es una responsabilidad”. Pero si lo que nos afecta es infinito, “la esperanza también lo es”. “Hay una esperanza infinita en el ser humano que tiene que ver con su capacidad de responder”. “El ser humano está conmovido por lo infinito y espera lo infinito”, concluyó.