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La parroquia de Fuensanta de Valencia celebra con sencillez el día de la solidaridad

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Llama benditos a los misioneros. “Sin la ayuda de los claretianos, la Fuensanta sería un barrio bastante peor”. Varias veces lo repite Mariángeles Gómez, voluntaria de Cáritas en la parroquia que da nombre a este barrio valenciano, uno de los más humildes de la ciudad. “Te lo pueden confirmar tantísimos vecinos que no habrían podido defenderse así de primeras sin la ayuda de los misioneros. Vamos, que te lo aseguro porque me los he cruzado por la calle a menudo y siempre lo recuerdan.”

Gómez es enfermera en un colegio cercano al Claret, “y como me pasaba el día en la Fuensanta, me decidí a echar una mano, sobre todo viendo la necesidad que hay. Entre todos los quehaceres también hay que darle espacio a aquello que el corazón te manda”, resume. Y así entabló amistad con Germán Padín, misionero claretiano, y conoció de primera mano el taller de costura para mujeres pakistaníes que el párroco echó a andar, con la ayuda de Cáritas, en las instalaciones de la iglesia. Con este llevan ya cinco años ayudando a las recién llegadas. “En total, habrán pasado más de cincuenta”, rememora.
“Es increíble el cambio que dan”, prosigue Gómez. “Cuando llegan, tienen miedo de todo y no admiten ni que te acerques a dar un abrazo. Sin embargo, a medida que va pasando el tiempo, hasta se quitan el velo y te dicen, beso, beso, a mí no me des la mano”. La voluntaria acaba conociendo los contextos de estas mujeres tan bien como ellas se terminan desenvolviendo con el castellano, “y con la máquina de coser, porque a todas nos encanta”, apostilla. “Es coser y charlar. Y las conversaciones van fluyendo”. Y si sale algún tema donde se pueda ayudar, los claretianos lo hacen. “Por ejemplo, muchos de sus hijos acaban estudiando en el colegio Claret, matriculándose incluso bien entrado el curso”.

Ahora, “con el maldito coronavirus”, este tipo de iniciativas han tenido que cesar, y la actividad comenzó a ordenarse pensando primero en sofocar las ayudas más urgentes. Así, la celebración del día de la caridad, que tendrá lugar este próximo domingo, día del Corpus Christi, adquiere una nueva dimensión, inevitablemente marcada por la pandemia. “Aquí se traduce en prestar acompañamiento de emergencia a tanta fragilidad y precariedad. Hablamos, por ejemplo, de empleadas de hogar que no han podido siquiera entrar a las casas donde desempeñaban su trabajo. Personas a las que en muy pocos días les empezó a faltar lo más básico. Y yo he visto cómo se han ido realizando pequeños gestos sencillos, cotidianos, como cuando los misioneros o los voluntarios han acompañado a quien lo necesite al supermercado”.

Al final, aunque la labor solidaria no es igual, pues ya no es posible continuar con proyectos que requieran muchas personas reunidas, el fondo es muy parecido. El compromiso existía antes que el virus, y el pensamiento de voluntarios y misioneros está igualmente ocupado por los más desfavorecidos, abriendo paso para la acción solidaria, para salir a su encuentro y dar testimonio del Reino.

 

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