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Trabajo indecente. ¡Basta ya!

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PEDRO BELDERRAIN, CMF | Vivir es complicado. Por un lado las cosas son muy sencillas. Por otro es evidente que muchas veces son complejas.
Hay realidades y situaciones que, como bien dice el refranero, claman al cielo. No se pueden consentir de ninguna manera.
Pero también es verdad que muy a menudo se difunden pre-juicios y afirmaciones sin fundamento que por su apariencia categórica quieren presentarse en público como dogmas de fe. Es evidente que no tiene razón quien más grita, aunque en un primer momento pueda parecerlo.

Tristemente, quizá con buena intención, no pocos cristianos hemos colaborado a que en algunos ambientes exista una imagen muy injusta del empresario. Un niño de esas escuelas concertadas que algunos califican automáticamente de elitistas le preguntaba hace años a su padre: “¿pero tú eres empresario de verdad?”
Hay empresarios que roban, hay empresarios que estafan, hay empresarios que viven de la sangre o la injusticia más descarada. Pero hay millones de empresarios que llevan décadas -generaciones a veces- viviendo en honestidad, creando empleo justo y trabajo decente, tratando de plasmar en su oficio los contenidos éticos más exigentes de sus ideas o de su fe. Miren alrededor; no les será difícil dar con ellos.

Pero también es verdad, y es bien bueno que el calendario nos lo recuerde, que hay mucho que hacer aún para que en nuestra sociedad se extienda el trabajo mínimamente decente.
Las noticias nos acercan de vez en cuando (y en algunos medios ya cuesta que lo hagan) hechos que parecen de tiempos en los que la diferencia ser humano-primate era mucho menos clara. Dan cuenta de hacinamientos, de casi secuestros, de chantajes, de horarios que triplican la sana extensión de una jornada laboral, del abuso de la facilidad con que unas manos de obra podrían sustituir a otras.
No podemos callar.
Hemos de decir claramente ‘no’.
Hemos de reproducir los constantes llamados de muchos pastores de la Iglesia en pro del trabajo decente.
A esto también hay que decir: ¡basta ya!

No podemos consentir violaciones claras de derechos, trampas y juegos que burlan lo consentido por la ley, situaciones abusivas como las que se han desarrollado en los últimos meses en torno al tele-trabajo.
Una médico, una trabajadora social, un repartidor que acuden varios días a la semana a su trabajo no pueden tener cada mes más de veinte contratos. Las sociedades deben cuidar sus mecanismos de inspección. Los ciudadanos tenemos que ganar en valentía de denuncia.

Hay muchos modos de tomar el nombre de Dios en vano. No juguemos con algo tan digno como el trabajo.

 

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