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Noé, confinado y desescalado

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JULIO CÉSAR RIOJA, CMF | Volver al Génesis, al diluvio, a Noé. “El diluvio cayó durante cuarenta días sobre la tierra, el agua dominó sobre la tierra ciento cincuenta días. Noé abrió el tragaluz que había hecho en el arca y soltó el cuervo, que voló de un lado para otro, hasta que se secó el agua de la tierra. Después soltó la paloma, para ver si al agua sobre la superficie estaba ya somera. La paloma, no encontrando dónde posarse, volvió al arca con Noé, porque todavía había agua sobre la superficie. Esperó otros siete días y de nuevo soltó la paloma; ella volvió al atardecer con una hoja de olivo arrancada en el pico. Noé comprendió que la tierra estaba seca, espero otros siete días, y soltó la paloma, que ya no volvió.” (Génesis 7-8-9).

¿Os suena?, confinamiento con desescalada y todo. Dice la Biblia que después de eso, Dios hizo un pacto con todo lo que vive en la tierra, sellado con un símbolo: “el Arco Iris”. También dice; que Noé plantó una viña y se emborrachó. No debieron aprender mucho, al menos sus sucesores, porque un capítulo después se ponen a construir la torre de Babel. Así es la historia de la humanidad, nuestra historia. Pero en este tiempo nos hemos dado cuenta de muchas cosas importantes, quizás la más dura, haya sido la que supone no poder despedir a nuestros seres queridos, un duelo que tardará en sanarse. Salimos en esta desescalada, la gran mayoría, sin comprender lo de las banderas, sin entender su relación al “patriotismo”,  la recuperación en algunos casos de una simbología desfasada y anticonstitucional, dañina en nombre de la libertad. Pero si salimos empatizando, valorando y aplaudiendo a nuestros sanitarios. Reconociendo, que cuidar lo público no es sólo fundamental, sino imprescindible.

Parece claro que los momentos difíciles, nos hacen pensar en muchas cosas que deberían cambiar en nuestra vida, en la sociedad, en la economía, en la familia…, pero debemos creer profundamente que podemos llevar ese cambio a la práctica, y ponernos manos a la obra. Tal vez seamos más partidarios de un decrecimiento sostenible, ante la sombra del crecimiento sostenible que se nos ha aparecido y nos ha revelado la contradicción que lleva en su seno. Siendo capaces de construir un arca cuando pinta de llover no tiene, cuando se ríen de nosotros y piensan que debemos estar muy locos y sobre todo cuando niegan las amenazas del cambio climático, la destrucción de la naturaleza o las consecuencias de esta economía neoliberal que mata. Los contemporáneos de Noé también decían: “no hay otra alternativa”, pero no era verdad, bastaba con colaborar en la construcción de un arca, donde hubiera cabida para todos.

Un mundo nuevo alumbrado con los colores de un Arco Iris, que representa una alianza universal para cuidar una tierra, donde todo está conectado, como dice el Papa Francisco en la “Laudato Sí”. Los descendientes de Noé se ramificaron por naciones después del diluvio y volvieron a la antigua normalidad.  En esta pandemia nosotros somos Noé, que ya antes del diluvio era justo y honrado como dice el texto y después tuvo ante sí dos opciones: la del cuervo que iba de un lugar a otro, globalizándolo todo y haciendo del mercado, la exclusión y la diferencia entre ricos y pobres, la única realidad. Y la de la paloma que volvió con la rama de olivo anticipando la paz social, la ausencia de guerras, la dignidad.

Recordad, al cuervo lo soltó solo una vez y no volvió, a la paloma la soltó tres veces, insistió. Es lo que nos queda, si hemos entendido algo.

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