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Maximino Cerezo: “La vuelta a las raíces de nuestra fe es lo fundamental”

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Con sus pinturas, el claretiano Maximino Cerezo Barredo ha expresado lo que la Iglesia siempre ha debido ser, una Iglesia misionera. Constituirse en estado permanente de misión no es una urgencia de los últimos pontífices, sino del evangelio. “El punto clave para nosotros, los discípulos de Jesús, es volver a las raíces”, suscribía el religioso en la última entrevista de ‘Viaje en globo’, emitida en directo ayer por la tarde. “La vuelta a las raíces de nuestra fe, a la persona de Jesucristo, es lo fundamental”.

De tal modo, y poniendo de manifiesto esta prioridad, resultaba imprescindible comenzar evocando ciertos recuerdos, recorriendo a partir de ellos su dilatada biografía claretiana y artística en tantos países del globo. “Mi pintura siempre fue encarnada en las distintas realidades que me tocó vivir”, adelantaba. Los que conocen su obra dicen que no es posible concebir todo lo que sus dibujos, murales y óleos expresan sin poner en ello la vida.

“Comencé a pintar murales en diversos ambientes de apostolado, como residencias universitarias de Oviedo, Valladolid y Madrid”, iniciaba. Pronto su talento le llevó a recibir diferentes reconocimientos y a exponer en el pabellón español de la Expo de Nueva York, o a ingresar como miembro de la Comisión Nacional de Arte Sacro. “Pero en aquellos años llegó un día importante para mí, cuando recibí la encomienda de trabajar en la revista ‘Iris de Paz’, junto a Pedro Casaldáliga y Teófilo Cabestrero, hermanos míos en la Congregación”, rememoraba. Con ellos, años más tarde recorrió América Latina, “y me encontré allí con una Iglesia que asistía, entre Medellín y Puebla, a la emergencia histórica de los pobres”. La evangelización liberadora, las comunidades eclesiales de base (CEBS), la opción por los más vulnerables, el conflicto, la persecución y el martirio, la cruz... Estas realidades fueron las expresadas por el claretiano en sus pinturas, desde los años 70, bajo dos preocupaciones: rescatar la imagen religiosa latinoamericana y devolver a la pintura mural la función que ha tenido siempre en el lugar de reunión de la comunidad cristiana. “Recuerdo el mural de la iglesia de Juanjuí, -diseñada también por él-, donde pinté en 1974 la Historia de la Salvación sobre un muro de treinta y ocho por tres metros; y el mismo año, un mural en la parroquia de Arequipa, Perú”.

Más tarde, continúa pintando en Medellín, en el colegio claretiano de Guayaquil, Ecuador, y en la catedral de Sao Felix do Araguaia, en Brasil. También en Chicago hace pinturas para el centro claretiano de chicanos, en 1978. Y en 1980, en la parroquia claretiana de Maranga, en Lima, (Perú), crea dos grandes murales sobre ‘Bienaventuranzas de San Lucas en América latina’. “Recuerdo emocionado cómo viendo el mural de Juanjuí, una joven sacó una velita y comenzó a rezar, no ante el Cristo Resucitado, ni ante María, sino arrodillada frente a una madre que lloraba a su hijo muerto”, expresaba el religioso. “Me di cuenta allí de que la pintura podía ser vehículo de transmisión de la fe y de la Buena Noticia”. Y es que Cerezo Barredo creaba la imagen inculturada en los rasgos espirituales del pueblo latinoamericano y en aquellas realidades, bien convulsas, de los años 70 y 80 del siglo pasado.

“Espero que quien contemple mis dibujos y pinturas – se sinceró en otro momento de la entrevista, haciendo referencia a su etapa en Nicaragua y a aquel taller de materiales de evangelización – vea en ellos la Palabra de Dios encarnada en estos pueblos”. Historia de Salvación, desde la creación y el pecado, hasta la redención; del Paraíso al Reino, pasión, muerte y resurrección, pentecostés, comunidad eclesial que celebra, evangeliza y transforma la sociedad. En las obras de Cerezo, la creatividad y esa clave claretiana de lo urgente, oportuno y eficaz, no son sólo artísticas, son también históricas y evangélicas, teológicas y proféticas.

El anuncio hoy

“Para que la Iglesia pueda hacerse entender hoy necesita no preocuparse tanto de sí misma, sino del anuncio del Evangelio”, concedió. “Y creo que debe hacerlo con conciencia viva de la realidad de nuestro mundo, porque la Iglesia no es para sí misma; es para los demás”, exhortó revisando la exhortación apostólica ‘Evangelii nuntiandi’ de san Pablo VI. “La Iglesia es del Espíritu que actúa llevando al mundo a la realidad plena del Reino de Dios”.

Hoy Mino Cerezo, ya nonagenario, vive en la comunidad que los claretianos tienen en Salamanca. En esa ciudad continúa pintando y ofreciendo testimonio de su fe radical a favor de los más necesitados, como un misionero en un primer mundo que se hace preciso evangelizar de nuevo.

 

 

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