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Setenta y cinco años de presencia claretiana en Vigo

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El pasado sábado 25 de junio, en la celebración de la Solemnidad del Corazón de María, nuestra patrona, tuvo lugar en la parroquia de Vigo la eucaristía de acción de gracias por los setenta y cinco años de misión claretiana en esta Iglesia particular. “Hoy recordamos a nuestra Madre que nos acompaña en este momento para dar gracias al Señor por este aniversario. Un camino que desde el principio hasta hoy ha rebosado de momentos, de fechas, de compromisos, y de una historia maravillosa a sus espaldas”, expresó el obispo de la diócesis, Mons. Luis Quinteiro, que presidió la celebración. “Contamos ya setenta y cinco años que seguro que prolongarán una proyección eclesial mucho más larga”, redundó el prelado.

La historia de los claretianos con el pueblo vigués nos habla de una intensa actividad misionera que nos lleva a hacer memoria con corazón agradecido. El P. Alfredo García, desde el inicio de la eucaristía -aún más, de la semana-, exhortaba a recordar sesenta y cinco misioneros que desde entonces han dado tanta gloria a Dios ante este pueblo y prestado servicios valiosísimos a la Iglesia. Los primeros misioneros llegaron en 1947 envueltos en gran precariedad, acogidos por los Hermanos de San Juan de Dios, pero dedicados con audacia a la predicación por las parroquias, atendiendo capillas y animando comunidades religiosas. Dos años más tarde, ya asentados “en una vivienda amplia en la calle Pizarro, -recordaba el P. García-, continuaron con la actividad misionera hacia fuera: en las diócesis gallegas, en la ciudad de Vigo y en muchos lugares de España e, incluso, de América”. En los siguientes años, se iniciaron las obras del Santuario del Corazón de María que entonces tenían pensado construir, llegando incluso a ser bendecir la cripta del proyectado templo. En ese mismo espacio, pero doce años más tarde, conforme a la normativa de aplicación del decreto de erección, comienza oficialmente a funcionar la Parroquia del Corazón de María. “Mientras los misioneros siguen atendiendo capellanías, como la del Hospital Almirante Vierna, más adelante llamado “Hospital Xeral”, además, claro está, de mantener el culto y la pastoral”.

Al borde de los años 80 del siglo pasado, es decir, hace más de cuarenta años, “se desecha la idea de edificar el Santuario previsto y se decide la edificación de un templo más funcional y moderno, dotado de amplios espacios pastorales y de la vivienda de los religiosos”. El 2 de junio 1982, Mons. José Cerviño Cerviño bendice e inaugura el nuevo templo. Desde aquel momento la historia es más reciente, y en la parroquia del Corazón de María se han concentrado importantes actividades, intensos años de catequesis y una apertura a la realidad social del barrio, al compromiso solidario y a la misión universal de la Congregación. Muchos pueden contarla, e incluso Mons. Quinteiro narró orgulloso cómo en sus años de juventud recibió unos ejercicios espirituales dirigidos por dos padres claretianos que tanto bien le hicieron. “Hoy celebramos 75 años de una historia que nos pertenece y que ha sido posible gracias a que los claretianos han ejercido su papel con una fuerza maravillosa. Gracias, hermanos claretianos, por esta historia que es vuestra y es nuestra”, se sinceró el pastor de la diócesis.

“No hay que olvidar que esta Congregación misionera fue fundada en el siglo XIX, cuando Claret se dio cuenta de hasta qué punto la sociedad moderna de entonces requería un esfuerzo por parte de la Iglesia para poder comunicar su mensaje”, continuó el prelado en su homilía. “Hoy asistimos a un tiempo nuevo, pero los hijos de Claret están acostumbrados a viejas batallas; por eso el reto que tiene la Iglesia ha de ser trabajado junto a ellos. Realmente se ve que los claretianos tienen esta capacidad de diálogo tan necesaria hoy”, incidió.

El P. Adolfo Lamata, superior mayor, también estuvo presente en la eucaristía, celebrando la acción de gracias por tantos dones recibidos del Señor. “Celebramos la vida, el amor, los éxitos. Y lo que nos reúne hoy tiene un poco de todo esto”, expresó nuestro padre provincial. “Aunque si celebrar es necesario, agradecer es obligatorio”, continuó. “Sería imposible no mirar la red que se ha entretejido de relaciones humanas, cristinas, parroquiales y diocesanas. Un entramado que ha ido configurando todo este mundo de relaciones entre distintas personas que han pasado por estos espacios. Muchos hombres que han vivido su vida cristiana en esta red de fe nos empujan hoy a dar verdaderas gracias”. “Solo podemos expresar nuestra deuda de gratitud por estos setenta y cinco años que hemos recorrido juntos”, finalizó.

 

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