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Retiros cuaresmales. Al servicio de la vida consagrada y al hilo del itinerario hacia la Pascua

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“La cuaresma nos prepara y familiariza con el camino del seguimiento de Jesús que desemboca en el rechazo, la condena y la crucifixión. Y en la resurrección por obra de Dios”. Así comenzaba la charla que ofreció el misionero Bonifacio Fernández, cmf, con ocasión del retiro de cuaresma que organizo el claretiano Jaime Aceña, hermano de Congregación y religioso frente de la CONFER diocesana de Ciudad Real, el pasado día 4 de marzo en la casa de los pasionistas de Daimiel. Así, el empeño con el que se desgasta el P. Aceña por procurar un mayor servicio a la vida religiosa cristalizó en esta ocasión en una jornada dedicada a ahondar en la espiritualidad propia de este tiempo, cuando el calendario litúrgico nos propone un itinerario que desembocará en la Pascua. Para el presidente de la CONFER diocesana manchega, “pudimos celebrar un encuentro que sin duda nos ayudó a profundizar en nuestra consagración, siguiendo las huellas del Crucificado y haciendo con Él la experiencia del poder de la debilidad, es decir, la certeza de que el amor de Dios en Cristo vence”.

Así, ante un auditorio que aglutinaba a un nutrido grupo de consagrados pertenecientes a las diversas comunidades de vida activa con presencia en Ciudad Real, Fernández inició su conferencia animando a una mejor vivencia de este camino cuaresmal. “Nuestro Dios se define como el Dios resucitador”, exhortaba el claretiano. “La cruz vacía es horrible, pero la cruz del Hijo resucitado es un misterio de amor y de entrega”, proseguía el experto desmenuzando de las implicaciones que personalmente, para nosotros, seguidores de Jesús, tiene la cuaresma. “No podemos sacrali­zar como participación en la cruz del Mesías lo que en realidad es con­secuen­cia de nuestros pecados de desesperanza, de nuestra incoherencia e insolidaridad”. “Pues, para nosotros, la cruz es esperanza. De la cruz brota y renace lo que parece agotado. Y ello, por la fidelidad y las promesas de Dios”, recalcaba a renglón seguido.

“Seguir al Jesús crucificado es solidarizarse con las víctimas de la sociedad, es ponerse de parte de los crucificados”, continuaba el claretiano, catedrático emérito de teología. “A los pies del Cristo crucificado aprendemos a contemplar su rostro en los crucificados de la historia”, advirtió recordando que “el seguimiento del Mesías crucificado conduce a la crucifixión, es decir, al rechazo, a la marginación y exclusión”. Aunque sabiendo que “el dolor de Jesús en la cruz no debe conducir a la exaltación del dolor por el dolor”. “No podemos atribuirle al dolor un valor redentor”.

“Seguir al Jesús crucificado en nombre de la ley significa aprender a renun­ciar radical­mente a la ley como camino de salvación”, o dicho con otras palabras, “renunciar a presentar a Dios nuestra hoja de servicios, esperando alguna exención de la dureza de la condición humana”. “Sin embargo, con demasiada frecuencia quisiéramos jus­tifi­carnos por los méritos y capacidades”, lamentó. “Por eso es bueno recordar que el camino cuaresmal hacia la Pascua es ejercicio de la confianza en la gracia y celebración agradecida de la misma”, concluyó.

Al término de la conferencia tuvo lugar la celebración de la Eucaristía, presidida por el P. Bonifacio Fernández y centrada en el encuentro del Tabor. Una vez alimentados por la Palabra, los consagrados regresaron a sus comunidades, parroquias, colegios y compromisos diversos, avanzando en este camino al que nos invita la Iglesia.

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