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Fallece el Cardenal Fernando Sebastián, misionero claretiano, a los 89 años

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Dos fueron, en sus propias palabras, los acontecimientos que más profundamente marcaron la vida de Fernando Sebastián Aguilar, misionero claretiano fallecido hoy en Málaga a los 89 años: el espíritu eclesial del Concilio, y la transición política española, a la que hizo aportaciones importantes.

El Cardenal Sebastián fue un hombre volcado en el estudio, la docencia y la divulgación teológica. Pronto descubrió que su ser misionero habría de desarrollarse en el mundo de la cultura y la universidad, llegando a ser Rector de la Universidad Pontificia de Salamanca de 1971 a 1979. Nacido en Calatayud (Zaragoza), fue además autor de numerosos libros y colaboraciones, así como fundador y director de la revista Iglesia Viva. Su persona conquistó una autoridad tal, que en los años de transición española formó parte junto al P. José María Martín Patino, D. Luis Apostua, D. José Luis Martín Descalzo y D. Olegario González de Cardedal de un grupo de trabajo creado para ayudar al Cardenal Tarancón a presentar la postura de la Iglesia ante el futuro político de España.

La Conferencia Episcopal Española, de la cual fue Vicepresidente y Secretario General, y muchos cristianos españoles muestran su gratitud a una de las voces más respetadas en el seno de la Iglesia y la sociedad contemporánea. La celebración del funeral por su eterno descanso tendrá lugar en la S.I. Catedral basílica de la Encarnación de Málaga, este sábado, 26 de enero a las 12.00 h. y el posterior entierro se celebrará en la capilla del Santísimo Sacramento de esa iglesia catedral.

Los restos mortales del cardenal Fernando Sebastián serán velados en Málaga desde las 10 hasta las 21 horas del viernes 25 de enero en la iglesia del Sagrario, y el sábado en la Catedral desde las 10 h. hasta el inicio de la Misa Corpore Insepulto.

En la última etapa de su vida, D. Fernando (como ha sido llamado con cariño en muchos ámbitos eclesiales) se retiró a una residencia sacerdotal en Málaga para descansar en su vejez, aunque bien es cierto que no supo estar falto de ocupaciones y colaboró hasta el final en la renovación espiritual y en la conversión pastoral que el Papa Francisco está proponiendo a todos los cristianos. De hecho, fue el primer cardenal español que directamente pidió a todo el pueblo de Dios mayor adhesión a la ‘Amoris Laetitia’, exhortación apostólica centrada en el tema de la familia. Hasta sus últimos días, en la serenidad de su senectud pero con renovados bríos, ejerció de profesor en el Seminario de Málaga, y en su Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

Breve biografía

Fernando Sebastián Aguilar nació en Calatayud en 1929. Con 16 años ingresó en la Congregación de los Misioneros Claretianos (Hijos del Inmaculado Corazón de María), en su noviciado de Vic. En 1946, con dieciséis años, emitió su primera profesión religiosa. Tres años después profesó perpetuamente y en 1953 fue ordenado sacerdote. La ordenación no supuso el final de su formación, que se prolongó con dos años más de estudios en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino. Fueron años en los que se presentía -“se necesitaba”, según llegó a afirmar él mismo- el Concilio Vaticano II. En Roma se doctoró en Teología. Su director de tesis, el P. Ciappi, habló con el superior general de la Congregación y el entonces joven P. Sebastián pasó todavía unos meses más estudiando en la Universidad de Lovaina.

De vuelta a España, tras seis años de docencia en el centro que la congregación claretiana tenía en Valls, el profesor Sebastián fue destinado a Salamanca para formar parte del claustro de profesores de un centro teológico creado para preparar a jóvenes misioneros venidos de diversos continentes. Muchos de ellos, aún en plenitud de ministerio y acción, se dispersaron después por decenas de naciones coincidiendo siempre en alabar la categoría de su profesor y la calidad de su formación.

Su primer destino salmantino le permitió formar parte de un grupo de profesores altamente cualificados en muy diversas materias, buena parte de los cuales impulsarían pocos años después el nacimiento de los institutos teológicos de la vida consagrada de Roma y de Madrid. En esos años, tras residir largo tiempo en localidades de Aragón y Cataluña, Fernando Sebastián se vincula para siempre a la ciudad de Salamanca, con la que nunca rompió lazos y en cuya vida social juega en los años de la transición política un papel realmente relevante.

En 1971, tras ejercer como decano de la Facultad de Teología, D. Fernando es nombrado Rector de la Universidad Pontificia. El momento no era nada fácil, ni política ni eclesialmente. Olegario González de Cardedal, en el epílogo del libro La verdad del Evangelio (Sígueme, 2003), acierta a decir: “con Fernando Sebastián se abre una fase de consolidación institucional, y sobre todo, de reconocimiento de esta casa [la Universidad Pontificia de Salamanca] como propia de la Conferencia Episcopal Española […]. A la vez, había otra dificultad por delante: era necesario recuperar la confianza teológica, espiritual y humana del episcopado en las personas y en las actividades que ella estaba llevando adelante. Eso era especialmente difícil, ya que sobre ella se proyectaba el recelo y la sospecha de aquellos obispos que habían considerado al Concilio como un problema para la situación eclesial de España, sobre todo en su relación con el régimen político. El decreto Sobre la libertad religiosa y la Constitución Gaudium et Spes encontraron reticencias entre nosotros. Fernando Sebastián fue el artífice de esa reconquista de la confianza por parte de la Conferencia Episcopal, a la vez que el artífice de la transformación interna, ordenamiento jurídico, consolidación del nuevo profesorado y apertura a las nuevas tareas en el ámbito interno de la Iglesia, y en su relación con la sociedad y la cultura”.

Aporte a la Vida Consagrada

Ya en 1962, meses antes de que Juan XXIII presidiera la primera sesión del Vaticano II, el P. Sebastián había publicado ya La vida de perfección en la Iglesia, libro al que muchos formadores de diferentes institutos de vida consagrada acudieron para enriquecer en aquel momento eclesialmente delicado las primeras etapas formativas de los jóvenes religiosos y religiosas. Pocos años después, clausurado ya el Concilio Vaticano II, la Congregación Claretiana acoge las invitaciones conciliares y celebra un capítulo general extraordinario para acomodar sus constituciones y la vida del propio Instituto a las exigencias y orientaciones del Concilio. Corría el año 1967 y Fernando Sebastián formó parte de la comisión doctrinal cuya misión principal era reformular el carisma y el ideario esencial de los Misioneros Hijos del Corazón de María. Acabado ese servicio congregacional, el profesor Sebastián publica dos obras que los años elogiarán como importantes en el caminar de la vida consagrada postconciliar. En 1968 ve la luz Renovación Conciliar de la Vida Religiosa; en 1970, Secularización y Vida Religiosa, cuyo objetivo desvela en las primeras páginas: “restablecer la Vida Religiosa en pleno vigor en el corazón de una Iglesia renovada”. Sin abandonar la docencia de otros tratados teológicos, el P. Sebastián dedica gran esfuerzo a esta tarea y junto a sus compañeros responsables de la revista Vida Religiosa alienta la fundación del Instituto de Madrid y fomenta la organización de cursos y experiencias que ayudan a numerosas congregaciones a alinearse desde el primer momento con las sugerencias del Concilio.

Sucesor de los Apóstoles

En 1979 salta la sorpresa y Juan Pablo II lo llama al orden de los obispos y le encomienda la diócesis de León. El 29 de septiembre es ordenado obispo en celebración presidida por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, con quien tanto había colaborado. Enseguida puso en marcha proyectos pastorales a favor de los sacerdotes de la diócesis así como de la atención y animación de las parroquias, y quiso ofrecer su aliento a los profesores de los colegios para realizar su trabajo con espíritu y confianza. También organizó junto a unas misioneras seglares venidas de Italia el primer Centro de Orientación Familiar (COF) para asistir a los novios y a los matrimonios en sus incertidumbres y problemas. Hoy los COF funcionan en todas las diócesis españolas.

A los tres años es elegido por los obispos Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, encomienda en la que sirve de lo más responsablemente. Entre sus primeras actividades estuvieron la culminación de los preparativos de la visita de Juan Pablo II a España, -octubre y noviembre de 1982-, y las primeras relaciones de la Conferencia Episcopal con el gobierno socialista, desempeñándose a fondo para que la Iglesia española ocupase un lugar adecuado en la sociedad democrática. Alfonso Guerra, como presidente de la delegación del Estado que se reunía institucionalmente con la Iglesia católica, dice de él: “era un hombre comprensivo, formado, que hablaba con un estilo secularizado, sin figuras de misticismo y exhibiendo su deseo de colaboración” [Dejando atrás los vientos. Memorias 1982-1991. Espasa, 2007].

Seis años más tarde, en 1988, es nombrado arzobispo coadjutor de Granada y abandona la secretaría de la Conferencia. En 1991 es nombrado Administrador Apostólico de la Sede de Málaga y en marzo de 1993 fue trasladado a Pamplona. El 15 de mayo toma posesión como Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, donde desempeñó generosamente su ministerio durante catorce años, poniendo siempre el foco en la renovación espiritual y misionera de los católicos, y ofreciendo criterios en años de tanta violencia, tema que en esos años resultaba primordial. Fueron numerosos los pronunciamientos de los diferentes organismos de la Conferencia Episcopal y de los obispos españoles acerca del terrorismo. Él siempre manifestó su condena a los atentados, presidió funerales por las víctimas, y estuvo personalmente con sus familias. Además, fue el encargado de redactar el documento La conciencia cristiana ante el terrorismo de ETA en un momento en que se necesitaba la unión de todas las personas e instituciones defensoras de los derechos humanos.

Evangelizar

Como misionero claretiano, sabiéndose llamado para colaborar en el ministerio de la Palabra, Fernando Sebastián ofreció toda su inteligencia, su experiencia pastoral y ciencia teológica al ardiente deseo de evangelizar. Y por este han sido muchas las obras que fueron editadas durante sus años de docencia y episcopado, y que causaron gran impacto. Publicó varios libros y numerosos artículos, en especial sobre antropología teológica, eclesiología, vida consagrada, teología, mariología y pastoral de los sacramentos; así como también sus propias memorias.

En todo este tiempo, los obispos le eligieron reiteradamente para asistir a siete Asambleas sinodales: tres ordinarias, más las dos especiales dedicadas a Europa, (en la primera de ellas fue también miembro de la Comisión preparatoria), la Asamblea Extraordinaria de 1985, y la también extraordinaria de 2014, dedicada a los problemas de la familia en el mundo de hoy, y a la que acudió como miembro nombrado expresamente por el Santo Padre.

Además, en febrero de 1993 fue elegido vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, cargo para el que fue reelegido en los años 1996 y 2002. En junio de 2001 la Universidad Pontificia de Salamanca le entregó la Medalla de Oro en reconocimiento a sus servicios como Catedrático, Decano, Rector y Gran Canciller. Desde el 15 de septiembre de 2003 al 29 de mayo de 2004 desempeñó el cargo de Administrador Apostólico de Calahorra y La Calzada-Logroño. En el 2005 el Patronato de la Fundación Pablo VI, que tiene como fin promover el estudio y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia, lo eligió Presidente. En julio del 2007, con 78 años, el Papa Benedicto XVI aceptó su renuncia y decidió trasladarse a la Residencia Sacerdotal de Málaga.

En el año 2014 el Papa Francisco le llama a formar parte del Colegio Cardenalicio en el consistorio celebrado en la Basílica de San Pedro. La decisión del Papa fue interpretada como un reconocimiento a su vida, a su itinerario en la Iglesia, a sus actitudes y a sus convicciones más profundas. Totalmente sorprendido por la designación, que le llegó a los 85 años de edad, D. Fernando dio aún una muestra más de su capacidad de servicio y adecuación a las exigencias de la comunidad eclesial y, como tantas otras veces en décadas anteriores, se tomó en serio la encomienda, viviendo un cardenalato centrado en la disponibilidad a las peticiones del Papa y la oración y servicio en favor de la Iglesia. En 2016, en otra circunstancia también inesperada, preside la ordenación episcopal de su hermano claretiano, compañero en muchos proyectos, Aquilino Bocos Merino, incorporado también al colegio cardenalicio por voluntad del Papa Francisco.

 

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