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Aprendiendo a aplaudir entre todos

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Son pocas las experiencias que te influyen en la vida tanto como ésta. Diez días en un pequeño pueblo de Almería compartiendo experiencias, sensaciones, vivencias y jornadas de trabajo con personas, muchas de las cuales no habíamos visto nunca antes pero que sin quererlo se hacen un hueco en tu corazón.

Todo empezó hace unos meses cuando 13 personas de diversas procedencias nos sentimos llamados a vivir parte del verano de una manera diferente a través de una experiencia organizada por Proclade Bética. Hace unos meses mucho de nosotros no habíamos oído hablar de San Isidro de Níjar ni de las Mercedarias de la Caridad que allí desarrollan su misión. Sin embargo, todos teníamos la necesidad de acercarnos a uno de nuestros hermanos que más sufre: el inmigrante.

¡Y vaya si lo conseguimos! Poco a poco aprendimos a no hablar de "nosotros los españoles" y de "ellos los inmigrantes", sino de un "todos juntos". Porque aprendimos a mirar al otro como hermano más allá de las diferencias y, lo que es más importante, a reír con los que ríen y a llorar con los que lloran.

Sin embargo, la preparación de varios meses que habíamos llevado a cabo no nos preparó lo suficiente para lo que hemos visto estos días. Un pueblo, San Isidro de Níjar que esconde una comunidad de inmigrantes que viven en situaciones extremas de pobreza y marginación, totalmente en la periferia.

Conocer su realidad y sentirse indiferente es imposible. Desde el momento que descubres las condiciones infrahumanas en las que viven descubres también que algo muy mal debemos estar haciendo en nuestro mundo. Sin embargo, sus continuos 'no pasa nada' o sus 'está bien' te hacen ver una forma diferente de mirar la vida, con un optimismo y fuerza que a nosotros nos falta. Y en muchas ocasiones descubres también como es Dios el que está detrás de todo ello.
Pero nada de esto habría sido posible sin el impactante trabajo de estas seis Mercedarias de la Caridad. Ellas son las que realmente sufren el día a día con los inmigrantes, las que se convierten en su verdadera familia en Europa y las que nos han permitido vivir esta experiencia. A ellas y a los inmigrantes es a quien hay que dar las gracias. Porque nos han enseñado que aunque una mano sola no puede aplaudir, muchas juntas son capaces de lograr grandes cosas.

Anaclara Padilla


 

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