Con motivo de la fiesta de San Antonio María Claret, el P. General, Mathew Vattamattam, ha publicado una carta circular dirigda a todos los Misioneros Claretianos. La reproducimos a continación:
Queridos Hermanos,
Hace un mes concluíamos el XXV Capítulo General. Los mismos participantes fueron la primera carta a la Congregación para comunicar lo que hemos vivido y discernido durante el Capítulo. Personalmente, he recibido palabras de felicitación, agradecimiento, y promesa de oraciones, así como la disponibilidad de varios claretianos para ir a cualquier misión de la Congregación en el mundo. Muchas gracias por vuestro sentido de pertenencia congregacional, vuestra vivencia alegre del carisma y por el compromiso de llevar a cabo la misión, que es la razón de nuestra existencia como claretianos en la Iglesia. Juntos tenemos la responsabilidad de vivir, desarrollar y profundizar el don de nuestro carisma al servicio de la Iglesia y del mundo.
Repito mi convicción que compartí con los miembros del Capítulo antes de aceptar el mandato de ser el Superior General de la Congregación: “Somos misioneros. Ser el Superior General o estar en un remoto lugar de América Latina, Asia o África es compartir la misma misión de la Congregación, aunque de modos diferentes. Juntos participamos del carisma y misión de nuestra querida Congregación. Por tanto, todo claretiano es importante en la Congregación y cada uno de nosotros fortalece o mengua la vitalidad de la Congregación en la medida en que somos fieles a nuestra vocación misionera. Viviendo con alegría nuestra vocación misionera, nos hacemos testigos y mensajeros auténticos de la alegría del Evangelio.”
El mes de octubre es para nosotros una ocasión especial para profundizar en nuestras raíces carismáticas y expresar nuestro amor y gratitud al Fundador. Es también un tiempo para sintonizar con su espíritu. El mismo Espíritu que movió a Claret a fundar la Congregación nos llama también hoy a compartir su carisma y misión, y nos une en una sola familia con la riqueza de la creciente diversidad de nuestros hermanos.
La mejor manera de expresar nuestra gratitud al Fundador y nuestro amor a la Congregación es cuidar de la propia vocación claretiana, cultivarla con los hermanos en la comunidad y desgastarnos gozosamente en la misión, en fidelidad creativa a nuestro carisma. Con frecuencia, la acumulación de infidelidades individuales y comunitarias a las exigencias cotidianas de la vida claretiana hace mella en nuestra vitalidad apostólica y socava nuestra capacidad de ser testigos creíbles del amor evangélico.
Yo creo que la experiencia de Claret, marcada por la guía del Espíritu Santo y la presencia maternal de María, se sintió fuertemente durante el Capítulo General. Estas dos presencias sentidas en la vida claretiana son centrales e importantes en nuestros esfuerzos por seguir con pasión la invitación del Capítulo a “salir” en misión a aquellas periferias de la existencia humana donde muestra presencia es más necesaria hoy. En la fragua del Corazón de María aprendemos a ser seres humanos compasivos y nuestro constante estar a tono con el Espíritu nos capacita para ser una presencia transformante donde quiera que estemos. Nos hacemos misioneros integrados cuando las dos presencias fundamentales en la vida y misión de Jesús, su Madre y el Espíritu Santo, nos acompañan en nuestro caminar misionero.
Estamos convencidos de que el Espíritu nos ha llamado a una “conversión pastoral y misionera” que no puede dejar las cosas como están ahora (EG. 25-33; MS 32, 67, 70.4). Para eso necesitamos ser hombres de profunda espiritualidad para “acoger el proceso de transformación que el Espíritu nos concede” (cf MS 65).
Una de las llamadas desafiantes del Capítulo, que es al mismo tiempo invitación continua del Papa Francisco, es "salir" a las periferias del mundo, con el fin de anunciar la alegría del Evangelio. (EG. 20-24; MS, Conclusión). Abrazaremos este reto seriamente, aunque nos cueste el sufrimiento necesario (Lk 24.26) cuando compartamos la vida y el amor del Señor Resucitado. Creo que el Capítulo General se ha atrevido a moverse a las periferias de la Congregación para escoger al Superior General, y luego a elegir a un hermano como Consultor General por primera vez en la historia de la Congregación.
Si somos serios en esto de querer “salir”, tenemos que tener el valor de dejar nuestras zonas de confort y de excesiva preocupación por nosotros mismos, y superar cualquier tipo de acedia o mundanidad (MS 20). El primer paso es la realización de estar “asentados” en nuestras propias zonas de confort personal o comunitario y la conciencia de nuestra menguante capacidad de oír los retos de Dios (MS 5-31). Quizás no sepamos que nos estamos haciendo meros espectadores indefensos ante las pantallas de la TV y de las computadoras, viendo los gritos de los pobres y la agonía de la humanidad. Necesitamos la gracia del discernimiento personal y comunitario para querer sacudirnos a nosotros mismos de nuestra auto-absorción y atrevernos a caminar adelante. Es notable que el término “discernir” se usa muchas veces en el documento capitular. Deberemos cultivar una cultura del discernimiento basada en nuestros rasgos carismáticos en todos nuestros procesos de toma de decisiones.
Quisiera destacar algunos aspectos de la vida de la Congregación que yo creo que merecen más nuestra atención en los años siguientes para progresar y dar fruto en nuestra vida y misión.
El nuevo Gobierno General se reunirá en la primera semana de noviembre. Después del Capítulo General los nuevos consultores se volvieron a su respectivo organismo mayor para prepararse a dejar atrás sus responsabilidades anteriores y para “salir” a asumir la nueva misión que se les ha encomendado. Tendremos las sesiones planificadoras del Nuevo Gobierno en Vic del 8 al 22 de noviembre. Estoy seguro que nos acompañaréis en vuestras oraciones y nos asistiréis con colaboración efectiva, reacción oportuna y corrección fraterna.
El gozo de la vida misionera que irradia la vida de nuestros misioneros y se celebra en nuestras comunidades es, sin duda, un reflejo de la alegría del Reino. Somos acompañados en nuestro viaje misionero por el amor y la intercesión de nuestra Madre, nuestro fundador San Antonio María Claret, nuestros hermanos mártires y todos los claretianos que nos han precedido. Ciertamente, nuestro gozo como misioneros, a su vez, hará más claro y transparente el velo que separa el cielo de la tierra. San Antonio María Claret se alegra cuando sus hijos proclaman la Palabra en todo el mundo en fidelidad al Espíritu que él recibió y transmitió a la Congregación.
¡Deseo a todos una gozosa fiesta de nuestro Fundador, San Antonio María Claret!
Roma. Fiesta de San Antonio María Claret, 2015.
Mathew Vattamattam CMF
Superior General
Enlaces:
[1] https://www.claretianos.es/noticias/noticias-familia
[2] http://www.addthis.com/bookmark.php?v=250