Efectivamente, la vida es así. Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. De momento, no hemos pasado del todo. Seguimos en Murmansk, y, para que conste donde sea menester, hemos construido una iglesia. Ahí queda eso. Se consagró el 11 de noviembre, 11 del 11. Algún padre grave de la Comunidad donde yo estudié, cuando fregábamos los platos por la noche, siempre decía que había que dejar las cosas mejor que cuando llegamos. Pues algo parecido hemos hecho en el Círculo Polar. Has sido un camino largo. Como dijo Jack el Destripador, vamos por partes.
Un poco (muy poco) de historia.
Los Claretianos llegamos a Rusia en 1992, concretamente, a Siberia, de la mano del p. Antonio Badura. A San Petersburgo, en el año 1998. Estando allí, los intereses pastorales de los miembros de la Comunidad (¿Dónde serviré yo más y mejor?) nos llevaron a hablar con el entonces obispo de la Diócesis de la Madre de Dios en Moscú, monseñor Tadeus Kondrusievich, para pedirle una parroquia. Esperábamos algo cerca de la Venecia del Norte y, efectivamente, así fue. Nos ofrecieron la parroquia de San Miguel Arcángel, en Murmansk (¿Dónde está Murmansk?, decíamos todos). A 1500 kilómetros de donde vivíamos. Con las distancias que hay en Rusia, podría haber sido peor… Un par de viajes a la entonces exótica y desconocida Murmansk. para tener información de primera mano, conversaciones con el obispo y el M.R.P. Provincial, Vicente Sanz, y al final, aceptamos.
Nos encontramos con una parroquia virtual. A punto de perder la personalidad jurídica, por la dejación del anterior párroco, sin listado de parroquianos, sin una casa para vivir, sin templo donde celebrar, sin saber muy bien cómo tirar para adelante. Un reto a la capacidad de los allá destinados, el h. josef Bibercher, alemán, y el p. Juan E. Sarmiento, argentino. Desde el primer momento, vaya para ellos mi más admirado recuerdo. Dos personas sin experiencia en tamañas obras han dado a luz una iglesia como ésta. Ha sido un milagro patente.
Tocó ir paso por paso. Lo primero, regularizar la situación de la Parroquia. Presentar todos los papeles, para no perder la personalidad jurídica y la inscripción el Ministerio del Interior. La burocracia en todas partes es áspera, pero aquí, en Rusia, más. Así que el p. Juan, viajando desde San Petersburgo un par de veces al mes, fue convocando a la gente y confeccionando una lista de parroquianos. Impagable resultó la ayuda de pani (señora, en polaco) Grayhina y pani Barbára, dos católicas polacas que, viviendo en Murmansk muchos años, sabían a qué puertas llamar y cómo ir solventando la carrera de obstáculos en que se convirtió la renovación de todos los permisos.
Regularizada la situación legal, había que encontrar un sitio donde celebrar. Y gracias a Grayhina, se nos abrieron las puertas de la Escuela nº 23 de Murmansk, donde ella es profesora. Allí nos reuníamos los domingos. Para los días de diario, bastaba el salón del pequeño piso donde vivimos, cerca también (por suerte) de la Escuela. Con buena comunicación en autobús, microbús y trolebús, lo cual es imprescindible para que las babushkas (abuelas) puedan llegar sin problemas. En invierno, sobre todo, con las calles heladas y 20º bajo cero, con un viento polar que se te cuela hasta el tuétano, a pesar de todos los abrigos, bufandas, gorros y guantes… Hablamos del año 2000…
Desde el comienzo, el clamor unánime de los parroquianos solicitaba un templo. La Constitución de la Federación Rusa garantiza el derecho a la libertad religiosa y de culto, Así que comenzaron las gestiones para solicitar un terreno donde construir una pequeña iglesia. Mariano José de Larra no era ruso, pero lo que describe en su obra Vuelva usted mañana refleja perfectamente lo que vivieron Josef y Juan durante 5 años. Excusas, dilaciones, demoras, oferta de terrenos sin comunicaciones, en lo alto de la montaña, un terreno para compartir con los luteranos, ya que todos ustedes son cristianos, celebren por turnos…, nos decían… Un castizo diría que, encima cachondeo. O ignorancia, vaya usted a saber.
Por fin, los parroquianos se hartaron y escribieron al presidente Putin. Mano de santo. Se allanaron los caminos, se superaron las dificultades, y recibimos un terreno que nos satisfacía. Hablamos de finales del año 2005 y principios del 2006. Fin de la primera parte, y ahora viene la segunda, que es la más interesante.
La construcción del templo
Desde que nos dieron el terreno, sabedores de las dificultades que habría para construir los cimientos, buscamos un arquitecto que dibujara unos planos ad hoc. Se nos presentaron tres bocetos, hubo consultas, diálogo, sugerencia, y recibimos una segunda versión con dos variantes. Hicimos una mezcla con el interior de la opción A y la fachada de la opción B, y adelante con los faroles. En agosto de 2006 comenzó la construcción. Miles de millones de papeles (sin exagerar) hubo que rellenar, firmas de uno, de otro, del de más allá, pero al final, se pudo bendecir la primera piedra. Dado que el invierno no fue muy frío (no pasó de 15º bajo cero), se pudo construir sin prisa, pero sin pausa.
Allá por marzo o abril, comenzamos a pensar en la consagración del templo. El sueño se iba haciendo realidad. Ya en agosto, las fechas comenzaron a ajustarse. El obispo de Moscú dijo que él, en noviembre, no podría asistir (entonces no sabíamos el porqué, pero luego resultó que, en el ínterin, le destinaron a Minsk, en Bielorrusia). La mirada se dirigió hacia el Nuncio de su Santidad en Rusia, monseñor Antonio Mennini, que se hizo cargo de la ceremonia. El 11 del 11, a las 11 horas.
En la Crónica, el hecho ha quedado reflejado así:
El domingo, 11 de noviembre, el Nuncio de su Santidad en Moscú, monseñor Antonio Mennini, asistido por su secretario, Ante Iózik, consagra el templo parroquial de San Miguel Arcángel. Asisten nuestros hermanos claretianos de Siberia, Antonio Badura, de Krasnoyarsk, Iazek Kwiatovski, de Atchinsk, y Marcin Dragan, de Bratsk. Además asisten el párroco de San Estanislao, Kshistof Poiarski, el párroco de la Visitación de María a su prima Isabel, Rijark Stark, el dominico Nicolai Luchok, de San Petersburgo, el p. Mario Beverati, de Nizhni Nóvgorod, y el p. Diógenes Urquiza, de Kazán. Destacan también la presencia del vicecónsul de Polonia, Voichek Iavlónski, y el de Lituanis, Roberto Tamosiunas.
Además, hay una nutrida presencia de fieles de Murmansk y de los alrededores. Anima la celebración el coro de jóvenes de la parroquia de Santa Catalina de San Petersburgo.
Después de la misa, hay actuaciones musicales de diversos grupos étnicos representados en la parroquia. Con un pequeño buffet, termina la jornada. La sensación es de alegría general. Demos gracias a Dios.
La crónica no puede recoger el calor que se vivió durante la ceremonia. A pesar de no estar terminada del todo (con las obras, sabes cuándo empiezas, no cuándo vas a acabar), veíamos que algo nuevo, algo nuestro, comenzaba. Todos ayudaron en la organización, muchos estuvieron limpiando hasta altas horas de la madrugada el domingo, algunos vinieron de lejos, 400, 800 kilómetros, para participar en la misa. La presencia del Nuncio fue un estímulo para esta gente que tanto tiempo han vivido su fe sin la ayuda de un sacerdote.
No puedo dejar de decir que el mismo día, a la misma hora en que nosotros inaugurábamos el templo parroquial de San Miguel Arcángel, los hermanos ortodoxos inauguraban en Javea (Alicante, España) un templo también dedicado a san Miguel. En esa celebración estuvo presente el obispo católico de Alicante. En la nuestra, por desgracia, no estuvo el obispo ortodoxo. Es una alegría para los ortodoxos del Levante español, poder disfrutar de la liturgia en su lengua, asistidos por sus sacerdotes, y en su templo. No sé si fue una casualidad, o si Dios nos estaba diciendo que tenemos que trabajar más por la unidad. Pero a mí me parece un hecho muy bonito.
El futuro
Acabo ya. Tenemos por delante el remate de la obra, la mudanza de la Comunidad a la nueva vivienda parroquial, en el mismo templo, seguir convocando a la Comunidad, profundizar el trabajo social, continuar con la tarea de pre-evangelización, seguir abiertos a las sugerencias del Espíritu, que por estos lares, sopla desde el Polo.
Todo lo anterior ha sido posible gracias al apoyo moral y económico de muchísimas personas, algunas conocidas, otras anónimas, que han aportado su granito de arena para levantar el templo. A todos ellos, muchas gracias. Prometemos seguir trabajando por el Reino, allí, donde el Círculo Polar Ártico comienza. Hay trabajo para todos. ¿Te animas?
Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F.
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