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Ahora más que nunca: ¡trabajo decente!

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En sintonía con muchas instancias de otros países, un buen grupo de entidades católicas españolas (entre ellas Caritas, Justicia y Paz, la conferencia española de religiosos y muchas ramas de Acción Católica) se ha unido en los últimos años para impulsar iniciativas en favor del trabajo decente y del derecho de millones de personas a trabajar en condiciones humanas y justas.

La iniciativa, que alza su voz en diversos momentos del año, lo hace también cerca del Primero de Mayo, fecha en la que en tantos lugares del mundo se reivindican la calidad, la dignidad y el derecho al trabajo, aunque no falten multitud de instancias que intentan aprovechar la cita para arrimar el ascua a la sardina de sus intereses.

Como en ocasiones anteriores, la Provincia Claretiana de Santiago quiere prestar hoy su voz a los miles de personas que quizá no tienen tiempo, ganas ni fuerza para utilizarla: hombres y mujeres jóvenes que llegan exhaustos a sus micro-viviendas (si las tienen) tras amplísimas jornadas laborales no reflejadas realmente en sus contratos; becarios y aprendices usados para sacar provecho de subvenciones y ayudas; empleadas del hogar torticeramente contratadas; empleados utilizados por patronos de cara desconocida convertidos en piezas de tablero que se juegan muy lejos, engañados en una maraña de compras y recompras de titularidades…

En el entorno de la fiesta del Primero de Mayo en que la Iglesia, desde muy poco después de la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, celebra al obrero san José, padre de Jesús de Nazaret, las comunidades cristianas recuerdan el persistente grito del papa Francisco en contra del descarte de millones de personas (ancianos, jóvenes, mujeres, migrantes…), su propuesta de un pacto educativo global y la bien reiterada reivindicación cristiana de la centralidad de las personas y de la prioridad del valor del trabajo sobre los de la propiedad y el capital.

Se trata, retomando palabras del Papa, de insistir en la necesidad de que en la llamada ‘nueva normalidad’ en la que se nos invita a vivir sea verdad que nadie se queda excluido ni atrás (lema tan fácil de repetir). Ello pasa, como también insiste Francisco, en que todos (todos) revisemos opciones y prioridades. Es muy fácil vivir señalando siempre a otros.

La dura realidad española

Por no hablar de la realidad mundial, las cifras españolas ya son en sí bien elocuentes. La encuesta de población activa de finales de 2020 hablaba de 3.719.800 parados. Más de millón y medio de ellos llevarían más de un año sin encontrar trabajo; cerca de novecientos mil más de dos. Un millón doscientos mil hogares españoles tienen a todos sus miembros en paro; la tasa de desempleo alcanza al 25 % de los extranjeros residentes en España. Los despachos parroquiales, los servicios de Caritas y los educadores de muchos colegios no necesitan que nadie les explique estas cifras.

El Primero de Mayo, la precariedad, la seguridad y la higiene en el trabajo, el derecho a la protección social no son asuntos de otros. Este año en que los cristianos volvemos la mirada a san José es una ocasión excelente para leer el manifiesto de esta campaña, pasar estas sangrantes realidades por nuestra oración y alzar nuestra voz en favor de los más débiles. Cuando conversamos con amigos y familiares, cuando operamos en redes sociales, cuanto ejercemos el derecho al voto u otros derechos civiles podemos hacerlo.

Ahora más que nunca, ¡trabajo decente!

 

 

 

 

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