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Coronavirus: como tantas familias

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Tras unas primeras semanas de diferencia, la situación comienza a parecerse en muchas naciones europeas: limitación de movimientos, reducción de la actividad laboral y económica, invitación a permanecer en casa, esfuerzo ejemplar de los servidores públicos, dificultades de los sistemas sanitarios para atender a todos los enfermos…

Desde mediados de marzo los claretianos que viven en España intentan cumplir del modo más estricto posible las consignas de las autoridades civiles. Muchos no han vuelto a salir de casa y han extremado las medidas de higiene. Con el paso de los días, con pequeños matices, los misioneros que viven en Francia, Rusia y Suiza han ido adoptando medidas parecidas.

Orando y celebrando

Conforme a las medidas planteadas por los Obispos, las celebraciones públicas están suprimidas en casi todas partes. En algunos lugares los misioneros abren los templos un par de horas al día para que los fieles puedan hacer una pequeña visita, instándoles a extremar las medidas de higiene, distanciamiento… En varios la comunidad retransmite alguna celebración de la eucaristía a la que las personas interesadas pueden unirse desde sus casas. En casi todos, los misioneros han aumentado sus tiempos compartidos de oración en los que tienen muy presentes a las personas con que habitualmente comparten vida, los enfermos y sus familias, los difuntos y a todas las gentes de bien que se están volcando en la lucha contra la pandemia. Varias comunidades oran en lugares más amplios que los habituales, tratando de dificultar la extensión del virus. En no pocos la comunidad celebra en el templo o capilla en el que habitualmente se reúnen los fieles, visibilizando así más su deseo de comunión con todos.

Respondiendo a una sugerencia del Superior General, el 18 de marzo todas las comunidades tuvieron algún momento especial de oración (en torno al Santísimo o al rezo del rosario) orando por el final de la pandemia y el alivio de los afectados. También el día 25 muchas comunidades secundaron la iniciativa de oración alentada por los Obispos de España y Portugal que tuvo su centro en el Santuario de Fátima.

En nuevas formas de servicio

Como en tantas familias europeas, bastantes claretianos de Santiago dedican horas estas semanas al tele-trabajo. La Provincia, con la implicación inestimable del personal de sus colegios, está intentando que los alumnos de sus siete centros puedan seguir formándose desde casa. El esfuerzo para prolongar la enseñanza a través de medios informáticos y la asistencia a distancia está siendo muy grande. Algo parecido cabe decir de los programas formativos del Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid y de la Escuela Regina Apostolorum, así como de los misioneros implicados en otros centros docentes (Universidades Pontificias de Comillas y Salamanca; Seminario de San Petersburgo…). Los párrocos atienden por teléfono a las peticiones de sus feligreses y cada día decenas de personas reciben la llamada o el saludo de claretianos que se interesan por su salud o necesidades. Como tantas familias europeas, los misioneros visibilizan estos días de modo singular su preocupación por quienes viven solos, tienen pocos recursos o pueden tener alguna especial necesidad. Los grupos de Caritas y los servicios a las personas más vulnerables, los equipos provinciales de animación pastoral y titularidad de colegios, las actividades editoriales al servicio de la vida consagrada, Fundación Proclade, los colegios mayores universitarios… Todos buscan modos creativos de mantener atenciones y compromisos que no pueden esperar. La comunidad de Barbastro, donde las visitas al Museo de los Mártires están suspendidas, dedica más tiempo a la intercesión.

Abriendo caminos de fraternidad y justicia

Como en tantos hogares muchos momentos de la vida diaria han cambiado. Lo saben los estudiantes de Colmenar Viejo, que no pueden acudir a la Universidad pero han de sacar su curso adelante; los hermanos ancianos y enfermos de las comunidades asistenciales, en las que los claretianos responsables y el personal externo están dando muestras una vez más de una entrega y generosidad admirables; las comunidades que se reparten en varios turnos de comida y se organizan para hacer las tareas domésticas… Dos momentos del día marcan un poco la diferencia. En varios lugares timbres o campanas recuerdan la llegada del mediodía. El ángelus hace más presente si cabe la presencia de María en el caminar de la comunidad. Ocho horas después balcones, terrazas y ventanas se abren, y -como tantas familias- muchos claretianos de Santiago se unen al aplauso sentido que expresa la gratitud de la población a quienes se van dejando la vida, la salud y la relación familiar a jirones para vivir volcados a atender a los demás en estas semanas tan duras.

Mientras, como casi siempre sin ruido, la administración provincial y sus colaboradores se van preguntando por las consecuencias económicas de esta situación y dedican horas y horas a sopesar posibilidades que abran camino a la solidaridad y al intento de que el daño sea siempre lo menor posible para quien más pueda resentirse de él. Más allá de los pequeños gestos (tan valiosos) que en muchos sitios se están llevando a cabo, la Provincia va dando respuesta a peticiones de cesión de espacios, locales y recursos planteadas por las autoridades públicas en diversos lugares. Está muy claro que vivimos tiempos de sumar, de quedarse en casa y de extremar el cuidado mutuo. Las palabras de Isaías sobre el ayuno que el Señor quiere resuenan en muchos corazones.

Y, también como tantas familias europeas, los claretianos de Santiago agradecen de corazón las muestras de afecto y preocupación expresadas por personas de los cinco continentes y oran, recordando con afecto, a las familias de los hermanos que viven repartidas en más de quince naciones repartidas por el mundo. Que, como rezamos con el Papa Francisco, la alegría y la fiesta vuelvan pronto tras este tiempo de prueba.

 

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