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Luis Ángel de las Heras: “Vivamos el presente con la pasión de los enamorados de Dios”

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La Exhortación Apostólica ‘Vita Consecrata’ de san Juan Pablo II, publicada hace exactamente veinticinco años, ha marcado en este tiempo la experiencia de los consagrados y “seguirá siendo un punto de referencia para los próximos”, anunciaba el Card. Braz de Aviz en una carta remitida desde la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. “Estamos convencidos de que puede alimentar aún la fidelidad creativa de los consagrados”, añadía. Efectivamente, el documento fruto de la IX Asamblea del Sínodo de los Obispos celebrada en octubre de 1994 no agotó la reflexión de este estilo particular de ser Iglesia y sigue siendo motivo de consideraciones de extraordinaria vigencia y mayor riqueza.

Religiosos de todo el mundo celebraron la efeméride con particular gozo al coincidir con la solemnidad de la Anunciación, y en España, el presidente de la Comisión para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal, el religioso claretiano Luis Ángel de las Heras, abundó en las miradas de futuro que gracias a ‘Vita Consecrata’ continúan iluminando el camino de los consagrados con una bellísima intervención en un coloquio online a propósito de este primer cuarto de siglo desde la Exhortación. “Para mirar al futuro me he permitido, por una parte, seleccionar tres tentaciones que, a mi modo de ver, hay que evitar y, por otra, cuatro profecías irrenunciables”, comenzó diciendo el actual obispo de León.

“La primera tentación que quiero señalar es la de la nostalgia de una vida consagrada anterior, de muchos números en vocaciones y obras”. El peligro inminente que encierra esta primera consideración es, para el P. De las Heras, “que hay quien puede reivindicar lo suyo como lo mejor para todos sin apreciar lo bueno que tienen otros procesos y estilos”. De hecho, ‘Vita Consecrata’ está toda construida en torno a la relación generada en y por el Misterio de Dios, comunión trinitaria. En este sentido, el Card. Carlos Amigo, que también participó de la charla en el día de ayer, redundaba en esta misma idea afirmando que “la vida consagrada es sobre todo escuela de fraternidad, entre nosotros y para el mundo”.

En segundo lugar, como continuación a lo referido en la primera tentación, el expresidente de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) instaba a “evitar la valoración de la vida consagrada solo por los números y las obras”. Advertencia que encuentra reflejo en el Magisterio del papa Francisco –‘Testigos de la alegría’- y en la rotundidad con la que se expresaba Benedicto XVI –“No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días”-

“Una tercera tentación que hay que evitar es la autorreferencialidad”, continuaba el claretiano. “Pues la entrega generosa, teniendo a Cristo en el centro, es lo que fortalece y hace crecer a las personas consagradas”, apostillaba. “El único magisterio al final es aprender a vivir como se vive practicando la caridad”, sentenció minutos antes el Card. Amigo. “¿Para qué estamos aquí? Para servir”, redundaba el religioso de la Orden de Frailes Menores Franciscanos, participante en el Sínodo de 1994

Los consagrados, testigos de la belleza

Frente a un mundo que corre el riesgo de caer en un inquietante embrutecimiento, el camino de la belleza parece ser el único para llegar a la verdad, o para hacerla creíble. Por ello, “al mismo tiempo que evitamos caer en las tentaciones, quiero destacar como perspectivas de futuro cuatro prioridades que considero profecías bajo la categoría de la belleza que están fundadas en la esperanza y promueven esperanza”, prosiguió Mons. De las Heras. “La primera es la de volver al amor primero. Mirar al futuro pasa por volver la mirada a los orígenes carismáticos, pero también al amor primero de la propia vocación”, expresó. “La segunda profecía de la belleza es la de mirar a Dios a través de los ojos de los pobres”, sentenció a renglón seguido. Para el religioso claretiano, “las manos de las personas consagradas manchadas en las heridas y la suciedad del mundo son de una admirable y extraordinaria belleza, profecía también de esperanza”.

“La tercera profecía de la belleza es la dignidad y el papel de la mujer consagrada”. “Vita consecrata lo plantea con claridad y orienta su desarrollo. Habla de renovada aportación de las mujeres, para eliminar visiones unilaterales. Invita a promover espacios de participación, de formación, de responsabilidad para ellas. Queda mucho camino y es camino de futuro”. Testigo de aquello fue María José Fernández, religiosa de las Esclavas del Divino Corazón. Ella, también participante en este mismo coloquio, aportó su testimonio como auditora del Sínodo de 1994 y rememoró cómo “el tema de la mujer en la Iglesia, y más concretamente de la mujer consagrada, interesaba entonces a todos”. “Y no quedó circunscrito a áreas geográficas, ni a puntuales hechos históricos. Se hizo especial hincapié bajo un punto de vista global, y se pidió para nosotras mayor reconocimiento y mayor participación en labores de gobierno. El sínodo y su posterior Exhortación Apostólica supuso un tiempo de sensibilización en torno a un tema cuyo alcance aún no se puede predecir”, recordaba Fernández.

“La cuarta profecía de la belleza es la de la fraternidad”, finalizaba el prelado, enunciando que “las personas consagradas, expertas en comunión y en fraternidad, pueden ofrecer luz en el camino de la comunión y fraternidad de la Iglesia y en la comunión y fraternidad universal. Lo cual implica, al mismo tiempo, valentía para la misión compartida”. “Es trabajar como consagrado para que el Espíritu ponga lo demás”, expresó en este mismo sentido el Card. Amigo.

Cerró la celebración de esta efeméride el Prof. Antonio Bellella, conductor de este espacio que también contó con la colaboración de CONFER, UISG, CEDIS y el propio Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR). El también religioso claretiano resumió las palabras de De las Heras completando con la necesidad de “superar las tentaciones para comenzar la misión profética”. Y añadió: “Porque solo podemos comprendernos a nosotros mismos si practicamos la caridad, y estas profecías se revelan necesarias para vivir una experiencia de gracia viva e interpelante”.

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