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Manuel Martínez Cuesta: “Somos referencia en las biografías de nuestros seres más queridos”

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Explorar en aquello que no nos permitimos decir es el sustrato del oficio de Manuel Martínez Cuesta, joven psicólogo que desarrolla su profesión acompañando a quienes se les ha diagnosticado enfermedad crónica o terminal, pero también es la maraña en que se enredan los pensamientos de tantos a los que se les ha anunciado una enfermedad que al cabo será de por vida. “Trato a pacientes que llegan en una situación casi de bloqueo. A ellos, que tenían su vida organizada, de repente se les aparece el dolor físico y un juicio médico de enfermedad. Entonces se ven limitados en su día a día, en su trabajo y sus relaciones personales. Lo primero que les sale es decir, ‘estoy condenado’. En un segundo momento, más pausado, se enfrentan a su propia muerte porque piensan, ‘habrá un día en que esto acabará conmigo’”. El vínculo que más tarde se creará entre ellos y Martínez Cuesta dio pie a la entrevista del último programa de ‘Viaje en globo’, un espacio pequeño, pero significativo en el canal de YouTube de Fundación Proclade. Charlas pausadas que en esta ocasión centraron el foco en cuestiones como la pérdida de libertad, la humanización en el sufrimiento y el valor de la vida.

En el imaginario colectivo del paciente terminal no aparece un problema que puede ser mucho más serio: la soledad. Aquella que muchas veces no tiene por qué ser física, puede que no se trate de una persona al que le falte la atención de familiares. Más bien es la soledad vital, ese tener que hacer frente a la crisis interior que produce la enfermedad. “La piedra angular que sostiene el acompañamiento es la presencia. Hay que saber, claro, cómo estar presente”, aclaró Martínez Cuesta. “Tenemos que saber abrir espacios donde el paciente se pueda permitir pensar. Quizá mi papel se ciñe a no escandalizarme, a trabajar las aristas de las cavilaciones que no se suelen poner en el tapete y quizá así, a enseñar a poder encajar una enfermedad crónica en medio de la propia mortalidad”.

“La vida se nos escapa, pero la muerte es segura. Con todo, de cada paciente he aprendido que sin la fugacidad del tiempo, las relaciones y todo lo que nos sucede perdería valor. Si nos diéramos cuenta de ello, estoy seguro de que cada conversación, cada momento, cobraría un extra de calidad”. “Habríamos de aprender a comportarnos como receptores de amor, de cuidados de los demás. Somos referencia histórica en las biografías de nuestros seres más queridos, y eso no nos lo explican”, lamentó.

Para cerrar el programa, en el que también participó Eliana Cevallos, amiga y anteriormente entrevistada en este mismo espacio, el joven psicólogo nos dejó una sola palabra: “Cuando los enfermos me dan las gracias por escucharles yo siento que debería ser al revés. Para mí es un privilegio tratar con personas que se encuentran frente a sus miedos. Personas que está buscando compartir sus vulnerabilidades”. “Son conversaciones que siempre me hablan de esperanza, porque me hacen ver la capacidad que tiene el hombre de recomponerse incluso estando en los más hondo del barro”. “Hay una parte de nosotros que nunca dejará de luchar por la vida porque tenemos la intuición de que haciéndolo, ganamos”.

 

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