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Comunidades claretianas: orar, aplaudir, reaccionar

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Sólo fallaron a la cita el sábado santo. A los vecinos les llamó la atención. El domingo, casi de inmediato, la pregunta cruzó la calle a voces: ‘¿están todos bien?, ¿les pasó algo ayer?’ Afortunadamente la respuesta era negativa. La tarde del sábado santo, a la hora del aplauso, la comunidad compartía en la capilla un rato de oración. El 11 de abril ha sido el único día en que los claretianos de las comunidades de las calles Corazón de María y Clara del Rey de Madrid han faltado al aplauso con el que miles de españoles reconocen la labor de sanitarios, trabajadores públicos y servidores del bien común.

La costumbre no tiene misterio. Miles de personas, niños, jóvenes y mayores, se asoman a sus ventanas o aprovechan sus balcones y ventanas para expresar su gratitud desde la reclusión a la que la prudencia, el sentido común y las normas obligan. El aplauso, que empezó celebrándose a otra hora, se adelantó para que también los pequeños de las familias, que soportan especialmente el confinamiento, pudieran participar. El aplauso, que empezó celebrándose de noche, tiene lugar ahora a la luz del día desde que Europa cambió oficialmente su hora a finales de marzo.

Los claretianos del Colegio Claret de Madrid, la curia provincial y la parroquia de San Antonio María Claret se asoman a varias calles y a diferentes alturas. No se han limitado a participar del aplauso y de otros gestos de expresión ciudadana; varias de sus ventanas lucen desde hace semanas carteles que invitan al ánimo, al sacrificio de la reclusión, a la opción por el bien común. En ellas han aparecido también velas y algunos signos que quieren expresar la vivencia pascual de estas semanas. Algunas noches, con el deseo también de transmitir esperanza, la vidriera de una de las capillas que permite reconocer desde el exterior las fisonomías de la Virgen María y el Padre Claret, permanece encendida.

En otras comunidades los misioneros salen también a las ventanas, se asoman a las terrazas o a la puerta de iglesias y templos para sumarse al aplauso ciudadano y expresar la gratitud de cualquier persona de bien a quienes se han estado y se están jugando el pellejo por servir a los demás. Varias comunidades han compartido en las redes sociales de colegios y parroquias lo que se ve desde sus ventanas a las ocho de la tarde. Un buen número de los colegiales que no abandonó el Colegio Mayor Alcalá de Madrid cuando se declaró el estado de alarma aplaude desde la terraza y en la tarde del domingo de Pascua quiso añadir a la extendida invitación a ‘resistir’ el gozo que emana de la Resurrección.

La vida de las comunidades claretianas, pareciéndose a la de muchas familias, ha cambiado estas semanas. La situación social, aunque implica a muchos misioneros durante varias horas al día en el tele-trabajo o en muy diversas formas de atención pastoral, permite que los tiempos de oración comunitaria se amplíen, que la comunidad comparta la Palabra con más calma, que dedique más tiempo a la intercesión en común. En más de un lugar las capillas se han ido llenando incluso físicamente de nombres de enfermos, fallecidos, personas y familias especialmente castigadas por las repercusiones económicas de la crisis. En otros la campana suena en más de un momento del día para invitar a la oración, llamar a la esperanza y recordar a los difuntos.

Acogiendo con gratitud las medidas propuestas por los expertos sanitarios, las comunidades van teniendo también sus diálogos y encuentros y han intentado racionalizar con respeto y sentido de justicia los ritmos de sus empleados. Más de una comunidad ha considerado ya el recorte de algunos gastos relacionados con el ocio y el descanso para reorientar esos recursos a la solidaridad y la atención a los necesitados. Varias instancias de la provincia relacionadas con los campos de la educación, la gestión económica y la solidaridad van tomando sus decisiones al respecto. Aplaudir y orar es muy importante, pero hay también otras muchas cosas que hacer.

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