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Mons. Santiago Agrelo: “Llevamos el Evangelio de corazón a corazón”

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“Siempre que se utilice a una persona en función de los intereses de otra faltando a su respeto y despojándola de su dignidad se comete violencia. Y los Estados cometen violencia atroz contra los inmigrantes cuando promulgan leyes para proteger solo a sus propios intereses, pensando y colocando trampas que son barreras infranqueables en los límites entre países. Y lo que es peor, los Estados son escuelas de violencia, pues justifican este proceder ante sus ciudadanos. Si me quieren llevar a los tribunales por decir esto, que lo hagan, pero los Estados más ricos no están a la altura de su responsabilidad en la defensa de la humanidad más pobre”. Con esta libertad se pronunció Mons. Santiago Agrelo, religioso franciscano y arzobispo emérito de Tánger, el pasado jueves en el ciclo de entrevistas ‘Viaje en globo’.

Así, esta iniciativa de sensibilización del Equipo de Solidaridad y Misión de los Claretianos de la provincia de Santiago contó con el privilegio de una voz que narró en los cuarenta y cinco minutos de duración del programa su experiencia de evangelizado en el norte de África, cuando en el año 2007 el papa Benedicto XVI le encomienda el pastoreo de la diócesis de Tánger. A partir de entonces, las causas que mueven la vida de Mons. Agrelo se cimentaron gracias a que se dejó tocar por las entrañas de aquellos que sufren las consecuencias de la realidad de los migrantes. “Tengo que empezar por dar gracias a Dios porque hizo las cosas a su manera, y se las arregló siempre para ponerme frente a la realidad de la pobreza”, comenzó diciendo el prelado.  

La experiencia de su vida nos indica que para comprender hay que conocer. Que cuando se conoce y se ve toda la realidad en su contexto, se comprende mejor. Mons. Agrelo, testigo de la violencia entre dos continentes, África y Europa, habla y escribe sobre la migración, “aquella primera bofetada que recibí de parte del Señor, cuando con mis propios ojos vi lo que padecían aquellos que, obligados por la pobreza, soñaban con poder dar a los suyos una vida mejor. Yo los he visto aterrorizados, humillados, tristes, hambrientos o pasando frío”, aseguró.

“Si no hubiera sabido encajar aquel golpe, y me hubiera situado fuera del sufrimiento de aquellos, creo que hubiera sucedido una tragedia; no tanto por ellos, sino por mí. No quiero pensar en mi vida si los pobres no hubiesen sido el estímulo necesario para mi vocación”. Como ha dicho Francisco, y antes todos los otros Papas que le precedieron, la opción por los pobres para la Iglesia es una categoría teológica, antes que cultural, política o filosófica. Por ello, viendo el drama de la migración y cómo ha sido usado como banderas para el enfrentamiento entre partidos o países, “o cuando se utiliza y cosifica a los migrantes, y los países se echan a la cara las cifras casi como monedas de cambio”, la Iglesia debe alzar su voz. Y así fue desgranando sus opiniones, las concernientes a los medios de comunicación, al lenguaje informativo y al imaginario colectivo que los gobiernos e instituciones crean en las sociedades al tratar el tema de las personas que migran. “Infunden miedos que se diluyen cuando podemos mirarles a los ojos y vemos ahí a personas que han puesto su vida en juego”, sentenció.

Respecto a la Iglesia, también se mostró tajante: “Los que decimos creer en el Jesús de Nazaret llevamos en las manos el sueño de Dios, la vivencia de una Iglesia de hermanos, una humanidad de hermanos. En cambio, la sociedad percibe en ocasiones una Iglesia ideologizada y preocupada por la transmisión de doctrinas. Esta forma de ser Iglesia está condenada a desaparecer, y yo creo que con lo bendición de Dios Nuestro Señor”. “No olvidemos que Jesús no tuvo éxito, y por tanto nosotros no estamos llamados a tener éxito. Es posible que nos crucifiquen, y debemos estar preparados. Tampoco pasaría nada…”, exhortó.

Y con una mano en la Biblia y con la otra en los problemas de la realidad que nos interpela, finalizaba diciendo: “tenemos que agudizar la opción por la austeridad. No tenemos derecho a poseer lo que es de otros, lo que otros precisan para vivir. Pero el lobo será siempre lobo, y difícilmente soltará al cordero que apresa entre los dientes. Lo que pasa es que la fe nos da una esperanza más allá de la realidad de los lobos. Dicen que san Francisco amansó a uno en toda su vida. Así que iremos poco a poco trabajando como amansa-lobos, creando conciencia, trayendo el Evangelio de corazón a corazón”.

 

 

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