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José Antonio Benítez: “Tenemos que abrir nuestros recursos a la realidad de los migrantes”

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“Hay situaciones que marcan un antes y un después en la vida de cada persona. Lo único que tienes que hacer es elegir si responder o no. Yo pienso que siendo fiel a uno mismo resultará fácil tomar la decisión de responder, porque la otra es acabar viviendo de las ideas prestadas de otros”. Así presentó José Antonio Benítez, misionero claretiano, el momento en que algo dentro de él hizo crac, -“se trataba de mi propio momento de conversión”- y comenzó a desempeñar su labor misionera entre vidas desfiguradas y arrolladas impunemente, aquellas despreciadas por tratarse de personas migrantes. “Yo estaba dedicado al mundo de los colegios, ocupaba cargos de coordinador y de subdirector en Sevilla, y en esa época acompañé a un grupo de jóvenes a Tánger”. “Allí -continúa explicando el propio Benítez- cruzando el Estrecho en nuestra embarcación a motor, sucedió un hecho que cambió mi vida: vimos cómo volcaba una patera, que no era más que una barca que perfectamente podría haber sido comprada en una juguetería, con varias personas a bordo. El mar estaba muy picado y las olas eran tremendas. No conseguimos ayudar a ninguno, solo oíamos sus gritos”.

Aquel hecho “reeducó” su mirada, y así lo narró en el programa ‘Viaje en globo’, el tercero de esta serie que comenzó el curso anterior de la mano de ‘Solidaridad y misión’, y que fue emitido el pasado jueves desde la plataforma YouTube de Fundación Proclade. Hoy, la labor misionera de José Antonio Benítez se desempeña en el trabajo por la defensa de los derechos de las personas migrantes desde distintos frentes: el secretariado de misiones de la diócesis de Canarias, la red ‘Migrantes con derechos’ o ‘Caminando fronteras’. Otro de ellos es la parroquia Nuestra Señora de la Paz, en el barrio de la Rehoyas de las Palmas de Gran Canaria. Tierra, la de las islas, que no ha dejado de ver incrementada la llegada de personas al convertirse este último año en una de las rutas más transitadas de acceso a Europa desde África. Preguntado por su labor diaria, él se define como ‘buscador’. Y continúa diciendo: “una de las aristas de las migraciones es lo que denominamos asesinatos, pues estamos hablando de personas que reposan en el cementerio de mares y océanos”. Las cifras de los informes arrojan cifras desoladoras, llegando a hablar hasta de 787 desaparecidos en la ruta canaria en lo que va de año. Dicho de otro modo, cuatro de cada veinte que llegan. “Nosotros, viendo el profundo dolor que esta situación causa, nos pusimos al servicio de las familias. Somos buscadores, pero buscar es complicado porque los migrantes dan nombres ficticios, no presentan documentación… Es una labor muy dura, pero no perdemos la esperanza. Las personas tienen derecho a ser veladas por sus familiares”, concede.

José Antonio Benítez lleva tiempo rumiando las palabras que el papa Francisco dirigió en su discurso a los claretianos reunidos en el XXVI Capítulo General, a finales de este mes de agosto: “no sean pasivos ante los dramas que viven muchos de nuestros contemporáneos, más bien juéguense el tipo en la lucha por la dignidad humana, juéguensela por el respeto por los derechos fundamentales de la persona”. Benítez le roba horas al sueño y saca tiempo de donde no se sabe para seguir adelante en su trabajo, un pasito más cada día. Se desdobla para atender la parroquia y además trabaja como capellán en el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de las islas. “Por desgracia, la Ley de Extranjería es profundamente inhumana, y cuando voy a visitar los centros solo me encuentro angustia”, lamenta. “Ellos saben que van a ser deportados, y además por una falta administrativa, que es algo así como si yo me saltara un semáforo”. “Se extiende el sentimiento de angustia en los CIE porque están metidos en pseudo-cárceles, viendo los días pasar, y pensando en las ilusiones rotas de sus familias, que desde su país, pensaron que tenía una oportunidad para vivir una vida mejor”. Familias que quizá sin saberlo accedieron a tratos con mafias para ver salir de los sótanos del sistema a sus seres más queridos. “Quien sea consciente de esto puede imaginarse hasta qué punto puede cundir la desolación en un CIE”.

Y cuando habla de migrantes privados de libertad da cuenta de otro proyecto que ha puesto en marcha. “Por un lado estamos haciendo acompañamiento en la cárcel y por otro, a cuantos podemos, les ofrecemos un hogar por un tiempo determinado a medida que van saliendo de prisión”. De momento tienen seis viviendas, y esperan conseguir en breve otras dos. “La realidad de las islas es muy dramática. También hemos puesto en marcha dentro de esta asociación un proyecto formado un equipo interdisciplinar que busca acompañar de algún modo a aquellos migrantes que vagan por las calles sin sitio a dónde ir y que no han pasado por la cárcel”, responde. Los frentes son muchos y él, desde luego, no se va a quedar de brazos cruzados. “Teníamos que abrir nuestros recursos a esta realidad”.

“¿Y tú? ¿Qué has aprendido en estos años tan implicado en una realidad tan difícil?”, preguntaron al claretiano. “Yo aquí soy feliz”, responde sin titubear. “Los migrantes me han dado la oportunidad de reflexionar cómo nos estamos comportando con el prójimo”. También, cómo miramos la vida. “Parece que en el primer mundo hemos creado una sociedad ‘superprotectora’ que se deprime porque se ha caído ‘WhatsApp’ unas horas. Cuando el otro día escuchaba los ecos de los ‘influencer’ de alguna red social me preguntaba, ¿qué será para ellos la vida?”

 

 

 

 

 

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