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El Capítulo General envía de vuelta a casa a los capitulares

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Lo había dicho el cardenal Bocos en la alocución que envió al capítulo en sus primeras semanas: la mejor carta de presentación de un capítulo y de sus conclusiones son los mismos capitulares. El tono con que narran la experiencia vivida, la convicción con que defienden o no sus conclusiones, revelan lo que ha sido la asamblea. Pero hay un indicador más adecuado: ¿se dejan transformar los capitulares por la gracia vivida?, ¿son ellos mismos los primeros en hacer vida lo que proponen a sus hermanos? ¿Piensan en sí mismos cuando votan una resolución o lo hacen pensando en que están ‘legislando’ para los demás?

Los participantes en el XXVI Capítulo General de los Misioneros Claretianos se han repetido varias veces esta semana que el fruto del camino capitular pasa en gran medida por sus propias vidas, y en los últimos días de asamblea (mientras iban acordando las resoluciones finales) tuvieron tiempo para preguntarse personalmente, en ambiente de oración, qué podría estar pidiéndoles el Espíritu en este momento.

Una última semana bien intensa

Tras una semana realmente intensa que incluyó varios días de deliberaciones y diálogos y el encuentro con el Papa Francisco, al atardecer del sábado día 11 el capítulo acordaba por unanimidad la llegada del momento de concluir las tareas capitulares. Una eucaristía presidida por el cardenal A. Bocos fue un hermoso colofón a toda la andadura capitular y a una jornada muy intensa, vivida en espíritu de oración, gozo y discernimiento.

A primeras horas de la mañana los capitulares releyeron en tono orante las palabras que el jueves les dirigió el Papa Francisco y compartieron sus reacciones al borrador final de comunicación del Capítulo a la Congregación y a todos los que comparten camino con ella que aprobarían horas después.

En tono orante, combinando tiempos personales y de grupo, los capitulares evaluaron también la experiencia vivida e hicieron sugerencias para mejorarla en ediciones futuras. La asamblea se mostró muy agradecida, y las puntuaciones de valoración de los diversos aspectos evaluados (más de quince) fueron generalmente altos. La palabra ‘gracias’ se repitió en muchos momentos del día, aunque alcanzó una hondura singular en la eucaristía. La asamblea se mostró especialmente agradecida a los facilitadores del proceso (Paulson Veliyanoor y Jolanta Kafka), a todas las personas que con su colaboración, trabajo y oración han hecho posible el capítulo, al gobierno general que sin perder tensión en la prevención ante el coronavirus se ha atrevido -valiente- a celebrar la asamblea. Y sobre todo a Dios nuestro Señor, que en su providencia sigue acompañando el caminar claretiano y su extensión por el mundo. El uso de cerca de diecisiete idiomas en los diversos momentos litúrgicos del día es todo un signo de esa presencia trans-continental.

La comunidad capitular termina su experiencia muy agradecida. El delegado de Congo sólo pudo llegar los últimos días; el de Sri Lanka (que habló el sábado a toda la asamblea) se ha tenido que contentar con conectarse todos los días on line; más de una decena de delegados venidos de India pudieron incorporarse justo antes de las elecciones tras haber participado varios días on line en las deliberaciones. En la capilla, el comedor, las aulas de trabajo y los espacios al aire libre han convivido quienes participaban por primera vez en un capítulo y quienes ya lo habían hecho cuatro o cinco veces; quienes superan ya los 75 años y quienes aún no han cumplido 40; personas que se han dedicado a ministerios muy diversos, pero la fraternidad ha sido preciosa (como destacó el diácono mexicano Edgar A. Salgado en su homilía dominical) y la esperanza en la gracia del Señor y sus promesas ha brillado en muchos rostros.

Enviados para seguir viviendo y sirviendo

Con permiso del Capítulo, el gobierno general coordinará en los próximos días la edición de los textos que se dirigirán a la Congregación. Gran parte de su contenido es también palabra para ‘la gran familia claretiana’, la formada por quienes han sido llamados por vocación a alguna de las instituciones alentadas por el P. Claret y quienes por amistad, afinidad, cercanía o experiencia personal participan también de su espíritu. Muchos de ellos participaron con las más de quinientas comunidades y treinta y un organismos de la Congregación en las conversaciones que han marcado gran parte del proceder capitular.

Muy pendientes de la voz de la Iglesia, el Capítulo ha meditado en el camino recorrido por los discípulos de Emaús (tan destacado, por ejemplo, en Christus vivit), pero también en el que transita de Jerusalén a Jericó (profundizado como reto y llamada del Señor en Fratelli tutti). No ha faltado tampoco una mirada a la propuesta de sinodalidad a la que la Iglesia invita estos próximos años. Los Misioneros de Claret, lejos físicamente de la celda de Vic, quieren seguir caminando. Este mes han sentido una vez más, con especial intensidad si cabe, la presencia de María. Con ella y su Magníficat concluyó la eucaristía final. Tras firmar las actas capitulares, los delegados fueron enviados a los caminos del mundo. La Misión les espera.

 

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