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José Carlos Bermejo: “Para comprender el sufrimiento y la soledad miremos a Jesús”

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Bajo el título ‘La pandemia silenciosa’, la última entrevista de la serie ‘Viaje en globo’ quiso abordar una cuestión de máxima actualidad, aquella que da cuenta de la parte de la población más envejecida, es decir, de nuestros mayores, y todo lo que ha significado la pandemia del covid-19 en ellos; y, al mismo tiempo, todo lo que ellos, seguramente sin quererlo siquiera, nos siguen cuestionando con su presencia, planteándonos diariamente cómo enfrentamos el drama de su soledad que más directamente les afecta. Para ello contamos con el religioso camilo José Carlos Bermejo, experto en humanización de la salud, en duelo y bioética y en pastoral de la salud. Con él, pudimos charlar durante 40 minutos de la huella en forma de sufrimiento que esta situación ha dejado las personas ancianas: confinamiento, miedo, duelo, muerte. Sin embargo, entre líneas, cada una de sus respuestas dejaba entrever tanto la perspectiva cristiana que le define, como también una inquietud: la de no poder dejar de buscar aprendizajes y resquicios para la esperanza, aun cuando trabaja diariamente con una realidad de la que nadie quiere hablar.

“La soledad es un tema que está poniéndose cada día sobre la mesa”, comenzó Bermejo. “Desde los medios de comunicación hasta otras instituciones públicas como administraciones de municipios o incluso de comunidades autónomas, le están prestando atención, afortunadamente, y esto es signo de humanización, pues si bien es cierto que a ojos de buena parte de la sociedad sigue siendo una ‘pandemia silenciosa’, ahora, poco a poco, está siendo, al menos, dicha”, apostilló. “Si hablamos de soledad en nuestros mayores, podemos hablar ya de un problema social”, completaba a renglón seguido. “Y lo es por las cifras y por la cantidad de personas que viven solas, aunque estas no reflejen la realidad del problema, porque la cuestión no es estar solos, es sentirse solos, y su máxima, el abandono, el desamparo y la falta de recursos para llevar una vida digna”. “El problema es la soledad no deseada, la soledad no fecunda, aquella que siempre es resultado de algún dinamismo de marginación”

Y en este sentido, el claretiano Jorge Domínguez, al frente de la Unidad Pastoral Corazón de María y parte del Consejo de Solidaridad y Misión de esta provincia claretiana, formuló una pregunta clave, “¿cómo explicar la experiencia de la soledad y el sufrimiento en una sociedad donde prima el placer y la ausencia del dolor?”. A ella respondió el entrevistado: “El sufrimiento en la historia de la Iglesia ha estado en el corazón de su ser y la teología ha hecho múltiples intentos por racionalizarlo, pero bajo mi punto de vista los creyentes tenemos una respuesta que es a la vez un camino privilegiado de acompañar la vulnerabilidad y la presencia del sufrimiento yendo directamente a Jesús. Así, quien quiera comprender al sufrimiento, que mire a Jesús, fijándose sobre todo en qué ha hecho Jesús con él. En definitiva, amar y servir aunque nos cueste sufrir”.

“Hoy en día se escuchan tópicos que tratan el cuidado a nuestros mayores desde cierta frivolidad: ‘No te encargues tú de papá que ya es anciano, disfruta de la vida’, oímos. Frente a ello cabría pensar que este ‘dejar vivir’ aísla de la compasión y prima solo el disfrute, pero yo no estoy de acuerdo. Vivir es también cuidar. Cuidar nos humaniza, y poco a poco van surgiendo nuevas conciencias que nos lo recuerdan”, apostilló.

Pero existe también una pregunta ética, ¿hasta cuándo cuidar? “Cayó un libro en mis manos de un profesor que enseña teología en Roma y que se llama ‘Doctor, no haga todo lo posible’, un texto que nos plantea cuestiones propias del final de la vida. Creo que hoy más que nunca debemos ser prudentes y sabios. Claro que tenemos que cuidar de la vida, cuidarla tanto que nadie se quiera morir, pero también respetar la proximidad de la muerte y dejarla que acontezca. La vida no es valor absoluto, lo dice así la subcomisión episcopal para la familia y la defensa de la vida cuando explicaron hace bien poco el testamento vital, y añadían nuestros obispos que la vida es el sustrato de todo tipo de valores. Por eso en términos que aplicación de recursos sanitarios hay que adecuar los esfuerzos médicos y terapéuticos y encontrar el límite. Porque si los esfuerzos no reportan los beneficios esperados se abre la ventana para la promoción de la cultura de los cuidados paliativos, con poder muy humanizador”, finalizó el religioso camilo.

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