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Iglesia Diocesana: Ser Iglesia, estar en casa, enriquecerse y compartir

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Somos Iglesia universal. Vivimos carismas y dones particulares. Pero siempre recibidos para el bien de todos.

A la gente le impresionaba que Juan Pablo II se echara al suelo para besar la tierra de los países que visitaba por primera vez. Deseando expresar algo parecido, los Claretianos amamos las Iglesias locales en las que se nos recibe y a las que desde ese momento intentamos pertenecer de corazón.

Nuestra provincia está hoy presente en cerca de veinte iglesias locales de cuatro naciones europeas: España, Francia, Rusia y Suiza. Las diócesis españolas celebran estos días la Jornada de la Iglesia Diocesana recordando que todos los bautizados somos parte de esa Iglesia, una Iglesia 24/7 que vive sin interrupción. Una Iglesia, una gran familia, que se enriquece con el tiempo que sus hijos comparten, con las cualidades que ponen en común, su oración, sus donativos, su compromiso… Iglesias que nos ayudan mucho a ser nosotros mismos.

El magisterio solemne de la Iglesia y muchos obispos recuerdan que una comunidad cristiana ya es una riqueza aunque ‘haga’ muy pocas cosas. La vivencia de la propia consagración, la oración, el don de la vida fraterna en comunidad ya son una gran aportación a la misión eclesial.

Junto a ellas los misioneros de la provincia de Santiago volcamos nuestro hacer atendiendo directamente cerca de 45 parroquias que nos han sido encomendadas por las diócesis, colaborando en otra media docena donde no hemos recibido ese encargo, ofreciendo iglesias no parroquiales, haciendo posible con nuestros colegios y colegios mayores la presencia de la Iglesia en el mundo de la educación, en la cercanía con los niños, adolescentes y jóvenes y sus familias…

Claretianos de Santiago han pertenecido y pertenecen, elegidos por sus hermanos o nombrados por sus pastores, a consejos presbiterales y pastorales y colegios de consultores; han animado delegaciones diocesanas de Caritas, pastoral infantil, promoción de la santidad, catequesis y misiones; coordinan vicarías y arciprestazgos; hacen un gran esfuerzo local y supralocalmente en la animación de la vida consagrada y la promoción del laicado… Con gusto, además de las obras que podrían llamarse propias, no son pocas las presencias en la pastoral de la salud, la pastoral penitenciaria, la pastoral universitaria, la atención a la migración…

Según los Hechos de los Apóstoles algunas ciudades se llenaron de alegría. Esa alegría vivimos los misioneros claretianos en la familia de la Iglesia diocesana en la que el testimonio y ejemplo de tantos laicos, ministros ordenados y personas consagradas nos enriquece y nos ayuda a crecer como discípulos.

Con alegría, intentamos ser.

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