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Iglesia por el trabajo decente, trabajo para la vida

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Miles de manos que aplauden al unísono. Ya antes del cambio de hora, cuando todavía era de noche, era asomarse al balcón y vislumbrar un enjambre de linternas de teléfonos móviles que brillaban a la vez, siempre a las ocho de la tarde, cuando también se escuchan sincronizadas las sirenas de ambulancias y de coches de policía que van cruzando de un barrio a otro. Si la ciudad se observara a nivel microscópico podría parecerse a lo que hacen miles de células cuando organizan su actividad rítmica para iniciar el latido del corazón. Lo cierto es que no sabemos decir por qué aplaudimos. Hay quienes lo hacen cuando el avión toca la tierra, como si el piloto en vez de hacer su trabajo estuviera obrando milagros. Desde el comienzo del confinamiento puede que aplaudamos a la esperanza o al miedo o a las miles de preguntas que tenemos compartidas. Lo cierto es que nos une un mismo sentimiento de gratitud al trabajo de los que siguen luchando. Por un momento, cada tarde, conviven estrechamente nuestros pulsos, porque nos damos cuenta del inmenso valor que tienen enfermeros, médicos, técnicos de rayos o personal de limpieza. Aplaudimos con admiración a todos los repartidores que llevan cajas de pizza a los hospitales para que el personal sanitario tenga algo que comer. Y es que cuando aplaudimos miramos alrededor y vemos a mucha gente. Está Fran, María Elena y todo el equipo de la oenegé, sin despegarse del teléfono para seguir ayudando a cientos de personas en esta emergencia sanitaria. Al otro lado veo a Inma, Jimmy, Juanjo, Simón y todos los que junto a ellos luchan por los alumnos de los colegios, respondiendo dudas y explicando temario. Algunos combinan su trabajo con sus propios hijos, hay otros que no, pero todos duplican la jornada. Por ejemplo Abel, Jorge o Juanjo, coordinándose con Cáritas, con Bancos de Alimentos  y con los políticos que hagan falta para seguir dando aliento a los barrios. Aplausos a borbotones, también para la labor silenciosa de Eloy y de todos los que viven con él. Para Miguel Ángel, que quería salir de España y prestar ayuda desde otro continente.

Ante el primer día de mayo de este año, Día Internacional del Trabajo, las organizaciones promotoras de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) nos invitan a aplaudir y reafirmar que el trabajo es para la vida, y así lo han reflejado en el manifiesto de su iniciativa. Estamos todos invitados a redescubrir que oficios antes ninguneados son esenciales para la sostenibilidad. A amplificar en nuestro aplauso  a quienes continúan ejerciendo sus funciones en condiciones precarias y en la mayoría de los casos muy desprotegidos.

ITD nos anima a volver la mirada también sobre aquellos que se mueren de ganas por seguir ayudando, pero no les dejan. Aplaudir para visibilizar el drama del desempleo, el registrado y el invisible, que es la punta del iceberg de una crisis mucho mayor. Seguir aplaudiendo porque necesitamos superar planteamientos individualistas y comprometernos solidariamente con la comunidad y el bien de todos.
El primer día de mayo, a las doce del mediodía, se invita a las comunidades cristianas a unirse, bien desde la distancia física obligatoria o desde donde nos encontremos, en la celebración y la oración.

 

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