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‘Signum Comunionis’, más de lo que hoy entendemos por misión compartida

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El salón de actos del Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid volvió a ser un punto de encuentro donde abundar en la dimensión eclesial de la vida consagrada. Esta vez, a propósito del libro que el P. Gonzalo Tejerina Arias, OSA, Decano de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, acaba de editar en Publicaciones Claretianas.

Libro de temática importante, y muy actual, ‘Signum Comunionis’ se vertebra sobre el núcleo de la comunión, sustancia de la Iglesia. No en vano, Monseñor Hernández Sola, OAR el primero en presentar esta rica reflexión teológica, comenzaba con estas palabras: “en la comunión está aquello que nos salva”. Y partiendo de esta base, el autor ha sabido tratar otros temas de amplio contenido: belleza, signo, visión universalista de la vida consagrada e inserción de ésta en la iglesia local.

Seguidamente, el P. Domingo Amigo González, OSA, presidente de la Federación Agustiniana de España, añadía un factor que indudablemente hace este libro más atractivo, y es que ofrece propuestas prácticas para los consagrados de hoy: “estamos ante un fin de ciclo y debemos usar nuevos moldes. No nos podemos permitir seguir poniendo parches”

Vivir la comunión con los laicos

Cuando el P. Tejerina tomó la palabra, el público ante el que hablaba pudo darse cuenta del mucho afecto con que este libro quiere servir a la vida consagrada. El religioso, consagrado de casa, sabe bien de lo que habla. Este ser tan dentro de la vida consagrada es el punto fuerte de este libro. Y bajo estas premisas, no eludió ningún tema de actualidad, por delicado que pueda parecer a priori. Buena prueba de ello fue el replantear el concepto de misión compartida con los laicos: “el laicado, hoy en día, se relaciona mucho más con la jerarquía de la Iglesia, que con la vida religiosa. Hemos de comenzar un tiempo nuevo. Unas nuevas relaciones destinadas a ser fecundas. Y pienso que esto es más de lo hoy entendemos por ‘misión compartida’. No se puede abordar una misión compartida si no hay comunión de fe”. Y para ello, propone “superar este concepto tan ambiguo de la Iglesia universal. Debemos ir más a lo local. Invertir decididamente en el tejido diocesano. Este es hoy nuestro reto ineludible. Es cierto que sigue habiendo temores, resquemores, desconocimiento... Es por ello que hemos de alumbrar una verdadera inserción cristiana”.

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