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San Francisco de Sales, en Elda: “Cobra sentido cuidar de la vida”

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La crisis sanitaria ha puesto en el corazón de nuestras vidas la necesidad de experimentar el cuidado, y en estas semanas de regreso, que iremos conociendo por el número que en cada etapa nos vayan marcando, es triste topar con todos los que se han quedado en la orilla del camino, en una especie de nueva convalecencia que es la crisis socioeconómica. Son rostros, víctimas de estructuras injustas de nuestro mundo que incapaz de poner a los seres humanos y al bien común en el centro de las decisiones políticas, van truncando proyectos e ilusiones, empezando por los más frágiles. El misionero Julio César Rioja, desde Elda (Alicante), ha visto muchas veces cómo este miedo se ha instalado en las familias de su entorno, y ha cumplido sus peores predicciones. “Los que estaban en el borde, han terminado por caer. Aquí podemos contar de muchos que están pasando precariedad, pero sabemos que vendrán otros, probablemente más, en cuestión de poco tiempo”.

Los tres claretianos que forman la comunidad de Elda decidieron al principio del confinamiento cerrar la parroquia de San Francisco de Sales, pero a los pocos días tuvo que volver a abrirla. “Sucede que la economía sumergida es el modo de subsistencia de gran parte de los eldenses y como lo que iban trabajando desde casa no se puede salir a vender ahora, se quedaron a medias. Así que acudieron a la Iglesia, a ver si desde Cáritas les pudiéramos echar una mano …y para pasar a Cáritas, hay que cruzar el templo. Así que al poco tiempo decidimos dejar las puertas abiertas”. Una medida que temieron que fuera a ser susceptible de algún toque de atención por parte de la policía. “Y sí, llegó un día en que nos encontramos con una pareja de agentes que acababa de entrar, pero antes de nosotros decir nada, fueron ellos los que se pusieron a rezar. Me dijeron que no venían a vernos, sino que esperaban que al menos por un rato pudieran dejar de preguntarse si debían o no firmar más multas.”

La convalecencia, ese estado que atraviesan tantos y no solo por culpa del virus, es momento de espera. La recuperación que esperamos es lo importante, lo que mantiene viva nuestra esperanza, pero también podemos sacar otras muchas lecciones de este tiempo. Una de ellas, la más valiosa quizás, sea experimentar que no estamos solos. La parroquia San Francisco de Sales cuenta con mucha gente colaborando, buscando cómo poder ayudar más. Óscar Romano, el más joven de la comunidad, ha tenido que dedicar varias semanas a atender a su padre. Jesús Pastor, el mayor, habla cada día por teléfono con decenas de parroquianos para interesarse por su salud, en muchos casos por la soledad de las personas. “Hoy precisamente -dice Julio, el párroco- he terminado de escribir una carta de agradecimiento a todos los que se han prestado voluntarios al cuidado de sus vecinos estos días. Les he querido nombrar uno a uno me han salido casi sesenta personas”. La parroquia, además, cuenta de normal con más de veinte grupos entre comunidades de base y movimientos obreros, “en total, creo que son 202 personas”.

Toda ayuda es poca, solemos decir. Y en este itinerario de búsqueda de otras manos, de querer salir con otros para dar respuestas más eficaces, la comunidad claretiana de Elda es experta. Julio, el párroco, ocupa el cargo de Consiliario de Cáritas, algo así como el delegado de esta institución eclesial para Elda. Y desde el principio tuvo la intuición de que se debía de tejer redes con el ayuntamiento y con Cruz Roja. “Hemos creado un acuerdo entre todos porque en estas últimas semanas se han triplicado las ayudas que solemos dar, y casi hemos gastado el presupuesto. La verdad es que juntos trabajamos muy bien”, asegura. Fruto de este esfuerzo conjunto han comenzado a asignar a los más vulnerables unas tarjetas solidarias, para que ellos mismos puedan ir a comprar alimentos. “Hemos tenido que hacerlo así. El virus no nos deja repartirlo en los domicilios, por miedo al contagio”. De la misma manera, los misioneros de Elda, lamentan haber tenido que cerrar otros proyectos que estaban funcionando muy bien, como el de comercio justo, el del taller de ropa a partir de prendas de segunda mano, o el proyecto Emaús, en donde la parroquia acogía a chavales del barrio para invitarles a una merienda. Pero hoy lo urgente nos invita a multiplicar los esfuerzos, dando sentido cristiano a este cuidar la vida de los que más lo necesitan.

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