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Recordar a los Mártires en comunión con la Iglesia en España

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La historia no ha podido aún clarificarse del todo, como demuestra el continuo debate en el que está inmersa la sociedad española. Durante el duro siglo XX español, prolongación del ya bien difícil siglo XIX, miles de españoles murieron por intentar vivir su fe en Jesucristo y en el Evangelio hasta las últimas consecuencias. Entre ellos hay obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y una cantidad bien difícil de calcular de hombres y mujeres laicos, bautizados de ‘a pie’ que, en conciencia, antepusieron sus convicciones cristianas a otras muchas posibilidades que la vida les ofrecía tanto en los años 20 como en los 40, los 60 o los 80. Muchos ni conocieron la llamada guerra civil; otros se vieron envueltos en ella sin voluntad alguna; algunos, fieles a su conciencia, se unieron a las fuerzas de alguno de los dos bandos. Pero en modo alguno se trata de ‘mártires de la guerra’: el próximo 8 de diciembre la Catedral de Orán será escenario de la beatificación de dos agustinas misioneras españolas, Caridad Álvarez y Esther Paniagua, asesinadas en Argelia en 1994 por odio a la fe cristiana.

Como es evidente, no todos esos cristianos españoles que acabaron dando su vida por la fe están en los altares. Pero la Iglesia española celebra año tras año el 6 de noviembre la memoria litúrgica de quienes murieron mártires, durante todo el siglo XX, en el contexto de ‘persecución religiosa’ que vivió nuestro país en el entorno de los años 30. En el nombre dado oficialmente a la memoria en los calendarios, los santos Pedro Poveda (sacerdote secular, fundador de la Institución Teresiana) e Inocencio de la Inmaculada (pasionista) que incluye, junto a otras muchas personas, a ciento ochenta y tres misioneros claretianos.

Tras los cincuenta y un Misioneros beatificados en 1992 en tiempos de Juan Pablo II, otros veintitrés claretianos fueron beatificados en 2013 en Tarragona durante el pontificado de Benedicto XVI. El número de los beatos aumentó sensiblemente en 2017, ya en tiempos del Papa Francisco, cuando ciento nueve Misioneros más fueron beatificados en la Sagrada Familia de Barcelona.

La Provincia Claretiana de Santiago se siente gozosamente responsable de la custodia de la memoria de los beatos mártires de Barbastro, Valencia y Cantabria, siete de ellos beatificados en 2017. Su recuerdo suscita mucha gratitud y es a la vez exigencia de fidelidad, entrega y servicio. El menor cuidado dedicado históricamente a las causas de otro buen número de Misioneros asesinados también por su fe en lugares como Madrid, Paracuellos del Jarama, Sigüenza y otros lugares de Cantabria ayuda a entender que su martirio no haya sido reconocido oficialmente por la Iglesia. Ello no impide, por supuesto, que la  Familia Claretiana y muchas personas sencillas les sigan recordando con admiración, gratitud y enorme afecto y sientan su intercesión.

Que ellos, que en muchos casos servían ya a los más pobres o se preparaban para ello, nos sigan ayudando a fortalecer la convivencia pacífica y la concordia entre españoles y a que los valores evangélicos de acogida, fraternidad, justicia y preocupación eficaz por los más débiles distingan nuestra vida social.

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